PARA GUARDAR LA MEMORIA DE VIVIR ENTRE DOS SIGLOS
Barcelona es una ciudad que todos recuerdan a través de Gaudí. Ahora mismo pudiera estar en la Rambla, caminar también por el Barri Gòtic e imaginar que salgo entre las Festes de la Mercè, como si fueran también mías y me escapo entre la turba, entre los capgrossos que embellecen las calles. Ciertamente, Barcelona tiene muchos atractivos, hasta una puerta de bronce en la fachada de la Pasión que tiene labradas ocho mil letras de una página de los Evangelios, y muchos poetas y editoriales que reconocer.
Sentado detrás de una supuesta silla de mimbre, Víctor Pozanco, es un poeta que más prefiere escuchar que responder, que me invita a una partida de ajedrez para hacer este puente.
- ¿Cómo fue su acercamiento a los poetas del 27 en particular con Vicente Aleixandre?
Mi madre solía recordar que Rafael Alberti y mi padre estudiaron el Bachillerato en el mismo colegio, el de los jesuitas de Puerto de Santa María. De modo que uno de los más célebres del 27 era para mí una referencia familiar. Luego me tocó estudiar lo propio de la literatura y Aleixandre y Guillén me interesaron de manera especial. De modo que cuando publiqué El oráculo de Numeria se lo envié a Aleixandre, que tenía justa fama de ser muy benevolente y generoso con los jóvenes. Lo fue conmigo en un exceso que, sin embargo me sirvió de gran estímulo. Luego, cuando también Jorge Guillén me acogió por el mismo tenor quise creer que quizá no me equivocaba al aspirar a poeta. No obstante, aunque no tuve ocasión de conocerlos también Gerardo Diego y Pedro Salinas han figurado siempre entre mis preferencias; y creo que es de justicia, porque la desmemoria está siempre acechando, otro poeta que, lamentablemente para él y para su obra, no acababa de encajar por su edad en el 27, pero a mi entender tan grande como los mejores. Me refiero a Juan Gil-Albert, incluido por algunos críticos en la llamada generación del 36, menos nutrida y, por lo mismo, menos difundida.
- Recientemente se editó Tiempo en llamas, que es una suerte de antología personal, la cual fuera prologada por Jaime Siles. En ella el también poeta explicita que es usted un “poeta metafísico de raigambre platónica que tematiza la eterna imagen de la eternidad”, considera usted que esta es una línea temática de los poetas del resurgimiento.
Sólo en el caso de Siles. Hay que tener en cuenta que la antología de lo que llamé Resurgimiento no fue una contraposición a la de los llamados Novísimos por la línea temática sino por su distinta raigambre. Lo que el propio antólogo, José María Castellet llamó “un parricidio en toda regla” con fuentes de inspiración en los medios y sobre todo en el cine me pareció una frivolidad a la que creí que era necesario oponer el paso natural de una generación a la siguiente, sobre todo, teniendo en cuenta que la anterior, la de los 50 dio poetas tan magistrales como Valverde, Claudio Rodríguez, Ángel Gonzalez y el propio Carlos Barral, pese a ser auspiciador de los novísimos. Pero dicho esto el tiempo ha demostrado que la propuesta de los novísimos tenía un germen más atemporal de lo que me pareció entonces y quizá ésa sea la razón que para muchos críticos novísimos y resurgentistas coinciden en lo que en definitiva suele ser más orientador para el estudio de la poesía, es decir, la generación. Del 98, pasamos al 27, al 36, al 50 y al 68 y es ese 68 lo que quedará por razones obvias como coetáneos de la Revolución de Mayo.
- Tuvo una larga y hermosa comunicación con su padre, el también poeta Ángel Miguel Pozanco, que murió en el exilio. A su juicio ¿Cómo descubre una España en el exilio a través de la obra de escritores como su padre? ¿Hasta qué punto está salvado el legado de estos escritores, incluyendo los poetas de la Generación del 27 que corrieron el mismo camino?
En este aspecto los críticos españoles han intentado y creo que conseguido que apenas ningún poeta y escritor exiliado haya quedado en el olvido. Sería injusto citar algunos de memoria porque han sido muchísimos los que se han ocupado incluso de los menos conocidos.
- Tuvo una interesante comunicación con Julio Cortázar, Jorge Guillén, y J.A. Goytosolo, cómo fue ese acercamiento.
Por lo que se refiere a Julio Cortázar mi acercamiento fue como quien rinde pleitesía a un soberano. Era para mí y sigue siendo un monumento literario y aprovechando un viaje a París fui a verlo con el mismo talante que en las rituales y fecundas visitas a todo lo que ofrece París. Con Jorge Guillén y José Agustín Goytisolo fue muy distinto. Con Guillén mantuve durante muchos años una fluida relación epistolar pero con José Agustín, al margen de que también nos carteásemos, la relación fue muy directa y personal. Siendo ambos muy distintos en todo, de ambos tuve ocasión de aprender muchas cosas. Grandes los dos, con José Agustín tuve la suerte de tratarlo, a raíz de que él estuviese en el Jurado del Premio OCNOS, que obtuvo el poeta cubano César López, con Segundo libro en la ciudad. Para mí quedar finalista fue un regalo y, a partir de mi muestra de agradecimiento al Jurado, José Agustín y yo seguimos viéndonos, bebiendo vino y poesía a raudales. Fue un gran hombre y un verdadero amigo, que estuvo siempre al margen de las insidias que se vierten en España sobre todo aquel que creen que destaca.
- Memorias epistolares es un valioso volumen testimonial que quizás pueda hasta reeditarse, si eso sucediera, qué agregaría para el lector de su obra.
Me estremece la perspectiva. Porque, de ser así, tendría que volver a revisar las más de tres mil cartas que tuve que releer para descartar todo aquello que pudiera resultar incómodo para los remitentes y añadir muchas de las reacciones que está suscitando el libro. A los editores les gustaría que diese a conocer mucho de lo excluido pero, salvo que tenga buenos motivos para ello. No pienso hacerlo.
- Ha tenido también una meritoria trayectoria en el mundo de las traducciones que van desde John Donne hasta Margaret Atwood y Joyce. Si tuviera que elegir, con cuál se quedaría para seguir traduciendo o cuál sería su mayor reto.
Cuando terminé mi versión de Elegías y Canciones de John Donne dije que no volvería a traducir poesía y lo he cumplido. Ciertamente, albergo el convencimiento, que fue esa versión lo que indujo a que se me considerara poeta, pero tardé un año para dar en español lo que nadie había versionado desde el siglo XVII. Como por lo visto los editores me consideraron especialista en imposibles pasé luego dos años con Finnegans wake, por la que he recibido tantos palos como elogios. Salvo que la dieta me lo exija no pienso volver a traducir, pero si me habría gustado sumarme a quienes ya han dado en español los Cahiers de Valery y el Voyage au bout de la nuit de Celine.
- Durante estas décadas ha tenido una intensa amistad con Jaime Siles, uno de los poetas hoy más seguido por los lectores de todo el mundo. ¿Cómo ha sido ese encuentro desde la poesía?
Pese a ser diez años más joven Siles publicó antes que yo. Lo conocí a través de su libro Biografía sola y él me conoció a mí a través de El oráculo de Numeria. Como además tuvimos el mismo editor (OCNOS, cuyo premio ganó con un libro imprescindible, CANON) se inició una relación entrañable que dura desde 1974.
- Publicó usted una especie de propuesta para reconocer determinados tempus que ha tenido la poesía española desde el 68 hasta la actualidad. Mantendría esa propuesta o agregaría otro autor. Y desde esa perspectiva ¿Cómo valora la poesía actual en España?
Teniendo en cuenta que esa propuesta data de 2008 carezco de perspectiva para valorar otras obras, aunque si me gustaría decir que cada vez me inclino más a valorar a los llamados cantautores. Los Aute, Sabina, Manolo García e incluso Amaral, trasmiten mucha más poesía que la mayoría de los aspirantes a poetas llamados “de la experiencia”, una etiqueta absurda, como si hubiese alguna poética que no esté basada en la experiencia.
- Se ha comentado mucho de la situación de las editoriales para publicar libros de poesía. ¿Cómo ve ese reto en la situación actual de España?
La publicación de libros de poesía siempre ha sido deficitaria. De modo que en una época que no es que sea de crisis sino de inevitable regresión el panorama es muy difícil.
- Y del Pozanco como lector de poesía actual, ¿Cómo valora ese panorama de la poesía en estos momentos, por ejemplo de la propia poesía Americana para los lectores en España?
Me invitaron una vez a dar unas conferencias en Costa Rica sobre “La poesía latinoamericana”, renuncié aduciendo la cruda realidad: No tengo ni idea. Mi conocimiento de la poesía que se escribe en español en América es muy antiguo o es errático. Tengo en mi biblioteca muchos libros que aprecio especialmente: Borges y Neruda, claro; el Hinostroza de Contranatura; el Mirándola dormir de Homero Aridjis; José Kózer; tu compatriota René Vázquez Díaz, y la portorriqueña Giannina Braschi. Como verás lo de antiguo y errático es la pura realidad. Pero no quiero que el protocolo me prive de expresar mi entusiasmo por tu obra. Por ella y por esta entrevista te doy las gracias.
Luis Manuel Pérez Boitel (Cuba).
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