La busqué en recuerdos, la esperé en andenes, en calles y silencios; caminé horas y lunas y estrellas y huellas y todo parecía diferente. Arribé hasta otros mundos y allí estaba la gran puerta teñida de azul y turquesa, mágica Istanbul, plena de barcas y navegantes; agitada de mercaderes y viajes, infinita en sus aromas, colores, cantos y susurros que llegan desde todas partes llenando el espacio de dioses y misterios. Naves con velámenes blancos y ocres; zarpé sin rumbo, me perdí entre laberintos y faunos, besé Ariadnas y Dianas, extravié mis sentidos y otros mares nacieron en cada esquina de la ciudad sin nombre, quizá Alejandría, Bagdad, tal vez los titanes de Rodas o las aguas del Eufrátes con sus marinos imaginarios...
Otra vez buscándola como a una misión
libertaria, otra vez la tarde silenciosa en Micenas y Constantinopla; allá a lo
lejos Hamburgo infinito y lluvioso; San Francisco y sus quimeras; Trinidad y
sus esclavos; Marsella y sus poetas; Lisboa y sus casas de fado y sus mujeres
de fado y sus guitarras de fado llorando por siempre; Barcelona iracunda en sus
voces y canciones granate; Carrara eterna en su blanco y su azul a veces
profundo... y todos sus mares me llevan hasta Chipre y descanso en sus playas
deliciosamente blancas, suaves, amantes; Genova y sus navegantes que descubren
mundos y se confunden; Trieste más allá de la razón y sus desnudas mujeres (o
lo soñé?); Antofagasta dormida y generosa; Buenos Aires y Santa María bañada de
platas, de arrabales y tangos; Venecia sin ti... una canción posible; Bilbao,
tierra de guerreros y deliciosos quesos... La busqué en otros lugares lejanos
como lejanas son las tierras del Oriente, allá, entre dioses multiplicados en
miles y millones, la altiva Calcuta; Hong Kong soñado entre sedas y versos de
Lao Tse; arribé a lo mágico e inimaginable, ancestral Vladivostok envuelto en
hielos, en silencios y auroras boreales; Puerto Príncipe, Singapur, Bahía
Blanca, Guayaquil, Cartagena de Indias, humilde Callao, Montevideo... amante
Trez-vella; San Antonio, Coronel y San Vicente bajo astillas... Eterno viaje,
todos los mares, las callejuelas que tejen historias, bares y tugurios; y
siempre fue Valparaíso celestino rodeado de cerros, vestido de luces, desnudo
de sueños, cómplice y combativo, siempre tú, puerto de choros y putas lindas;
destino de dioses, refugio de poetas, puerto de boleros y merluzas, caletas
"encaleta"... Destino de los magos que fueron gitanos y Rodríguez, "pancho
puerto", último verso de una canción aún no escrita que lleva tu nombre,
todos los nombres, todas las voces, desde lo alto hasta tus faldas y tu vientre
de mar y arenas inolvidables... Navegué entre delirios y delirantes; entre
maniguas y Turquinos, besé quimeras como besar mujeres, La Habana siempre
altiva, agua de menta, mojito de amantes, versos de toda playa; abrazos
infinitos en el malecón eterno; refugio de piratas, tierra de revoluciones...
Allí soñé este sueño de gitanos y gitanas, de Orishas que hablan la lengua de
los vientos y las estrellas; eterno mar, azul, verde, marino mar que me agitas
de llantos y cantos como un son que se mece...
No hay comentarios:
Publicar un comentario