UNA
REFLEXIÓN…
La memoria es lo que
persiste siempre, con su silencio, con su porfía y apariencia de eternidad
detenida; la memoria es una especie de ternura que va convirtiendo el pasado en
aquellos recuerdos que uno desea...
La memoria es un componente
del sueño y éste es, a su vez, la gran amenaza del silencio...
No hay olvido, sino rescate.
No hay derrota sino refugio. En este sentido, quizá, sea importante revisitar
las cotidianas vidas de los cotidianos seres que en cierto instante de la
historia y de la política estuvieron allí, sólo abrazados a su propia
humanidad...
Es en este sentido que
podemos hablar de una “guerrilla de lo
cotidiano”; porque es en nuestro cada día que la vida se hace y el amor no
se niega sino que se revindica...
Pueden haber varias razones
históricas o políticas para “explicar la opción revolucionaria”, pero sin duda
que entre todas ellas estará la “apuesta
a los sueños”. En ella (y ellos) nuestras vidas asumen ciertos caminos y
ciertos riesgos que se viven en otras dimensiones de la historia porque, desde
ahí surgirán también las alegrías, las esperanzas, los arrullos al modo del
refugio materno; nacen aquí los sollozos, las caricias y los cariños. La
serenidad de estar acompañados por cada rostro de este ¡nuestro pueblo!...
La
memoria, como componente ineludible del sueño, se vuelve entonces vital,
radical, subversiva; no es posible “la
memoria” si no hay disputa del espacio de la memoria.
Es
decir, hay memoria cotidiana ahí donde la guerrilla cotidiana no posibilita
olvido ni derrota...
Es así que la memoria se forja, crece, avanza,
batalla, se gesta y se desborda de sueños...
Los afectos, los cariños,
los respetos y los orgullos. Todo ello es parte de la memoria popular de los
populares… Compartir un trozo de pan, una palabra de aliento, un abrazo o un
beso...
Y no importa mucho el tamaño
de la adversidad, se puede, se hace y se logra...
Víctor
E. González (Chile).
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