domingo, 31 de mayo de 2015

NICOLÁS ACEVEDO A.


Entrevista a Ricardo Arnaldo Rodríguez (*)



Nicolás Acevedo: ¿Por qué se hizo sastre?

RAR: “Eso era una cosa, ya particular. Porque nosotros éramos tan pobres, nosotros éramos tan pobres, a mí me inscribieron en la Gratitud Nacional, que era un liceo profesional, con carreras de electricidad, mecánica, mueblería, sastrería y tipografía. Para optar a mecánica tenía que tener, pongámosle, por poner una cifra,  doscientos mil pesos, en herramienta;  para carpintería, para electricidad era más caro, eran trescientas lucas, para tipografia ya era más barato y la sastrería no cobraba, porque le daban la aguja, el dedal y la tijera. Y la sastrería jamás me gustó, por lo tanto, salí hecho un desastre (risas). Salí con título profesional y trabajando inmediatamente… Entonces, me convirtieron en sastre por obligación, no por vocación. Y de ahí pasé a distintas cosas, y terminé en vestuario de damas, pero cambiando los rumbos, porque sastrería no me gustó nunca.

NA: ¿Y por qué se hizo comunista?

RAR: “Porque me tocó a mí una época que yo creo que fue la más extraordinaria que ha sucedido en Chile: el triunfo del Frente Popular  y con Pedro Aguirre Cerda. Yo conocí a don Pedro Aguirre Cerda el día en que salió, de Presidente. Y en esa época, fue el año ‘38.... A ver, ‘26 al ‘36, yo estaba re jovencito, si nací el 26… tenía doce años. Entonces, a mí me tocó vivir todo el cambio que se produjo en Chile, que fue terriblemente extraordinario. Como yo llegué aquí a Santiago el año ‘37, era una aldea grande; no existían industrias, todo era manufacturado, por eso es que habían sindicatos de todo tipo de profesiones, porque todo se hacía a mano, y las distancias eran enormes porque la locomoción no era gran cosa, los carros, era lo que más existía, pero la situación económica no permitía tomar un tranvía, había que hacerlo a pie. Entonces se caminaba grandes distancias a pie. Pero el cambio que se produjo en esa época, en la cual, todo el mundo sabe, que se creó la CORFO, que esto, esto otro, porque se crearon los programas; porque yo asistí a cosas que yo nunca imaginé… ah, cuando yo llegué a Santiago, el año ‘37, tenía que ingresar a la escuela, pero como yo llegué a fin de año, en Enero, estaban todos los cupos copados, entonces tuve un año sabático, obligado. No hubo colegio que me aguatara, estaba todo lleno. Y me tocó que encontré a unos amigos, que ésto, que lo otro, ir al Estadio Nacional el día en que se inauguró el Estado Nacional, que lo inauguró Arturo Alessandri Palma. Porque él dijo: ‘yo no quiero dejar esta cosa que hice yo, la planee yo, compré los terrenos yo, y en la práctica esta obra mía, que venga el otro a inaugurarlo. Así que no estaba todavía terminado. Pero Arturo Alessandri cumplió con su promesa de que, si era él el autor del proyecto y todo lo demás, era él el que tenía que figurar como inaugurador del Estado Nacional. Entonces ahí conocí a Arturo Alessandri Palma… y cuando asistí por Pedro Aguirre Cerda asistí al Estado Nacional, a la inauguración por Pedro Aguirre Cerda… y en la campaña, antes, cuando estaba la campaña Gustavo Ross, Ibáñez, Pedro Aguirre Cerda y los demás, ahí conocí al “caballo” Ibáñez (se ríe), que era candidato y que a raíz de la Caja de Seguro Obrero, porque yo conocí el barrio cívico cuando lo estaban construyendo. La Caja de Seguro Obrero fue la primera que se terminó, y ya estaba en construcción los otros edificios grandes, porque yo vi nacer el barrio cívico, completo… Y el asalto de la Universidad, la Caja de Seguro, terminando el gobierno de Alessandri, y la campaña… o sea que me tocó vivir los cambios más extraordinarios que hubieron. Y a continuación, estuve en la Gratitud Nacional, estudiando sastrería contra mi gusto, por obligación. Y como era católico, cristiano y todo lo demás, lo único que hacía era rezar pa’ que mi madre le fuera bien y tuviera plata pa’ comprarme los cuadernos. Porque ella se consiguió que me admitiera ahí y que un señor, don Clemente Díaz León, el director de El Mercurio, pagaba mi pensión. Pero nunca se le ocurrió al caballero, de que junto con la pensión, tenía que dotarme de vestuario, de cuadernos, de esto, de lo otro, porque esa era la beca. Así que más pobre era imposible, así que rogándole a Dios, todos los cuatro o cinco años que estuve ahí, pa’ que mi madre le fuera bien pa’ que me diera plata pa’ comprar cuadernos, o libros. Entonces, aprendí tantas cosas en ese cambio estructural que hubo en Chile, que yo creo que nadie se figura. Por ejemplo, yo venía de una casa de huérfanos de Valparaíso. Se supone que en una casa de huérfanos, a uno no le dan un vaso de leche, un pan, una empanada, o chocolate… o huevo o platano, nada: lo justo pa’ vivir, porque estábamos en época de crisis, terminando la crisis, la crisis del ‘29. Porque yo soy refugiado de la crisis del ‘29. Entonces cuando yo llegué, y me encontré con que las primeras cosas que hizo el gobierno de Pedro Aguirre Cerda, fue inaugurar en la Alameda, galpones, no, no eran galpones, escenarios, para la música popular. El que tenía condiciones, quisiera tocar lo que sabía, ahí estaban los escenarios, el público estaba de sobra. Y junto con ello, habían, como quien dice, un bar lácteo, donde por primera vez tuve el gusto de tomarme un vaso de leche con una empanada (se ríe al recordarlo). Cosas así me tocaron, todos los cambios estructurales que sucedieron en esa época, yo los viví. Así que, yo soy, como quien dice que pasó de un sistema al otro, con un salto muy grande. Encima vino la guerra del ‘45, la guerra mundial. Me pilló en el colegio, que era colegio católico, colegio italiano, que hacíamos gimnasia y todo, y a fin de año desfilábamos ante el embajador de Italia, haciendo el saludo fascista y cantando la jubinensa. Y encima nos pasaban noticiarios españoles, alemanes, italianos y algo de japonés, o sea, era el EJE metido dentro del colegio. Entonces, yo como nunca fui tonto, eso me lo agradezco yo mismo, me conseguí con mi hermano, que estaba en otro colegio, un plano grande del campo de guerra y seguía con alfileres toda la guerra. Y aprendí de ríos, de raza, de ejércitos. Me seguí toda la guerra mundial. Y cuando salí, el año ‘44, salí hecho un fasi-nazi-nipo-socialista- católico- apostólico-roma, y persignándose en cada iglesia. Entonces, que se espera de esa formación cuando se sale al campo laboral, ahí está el cambio. Lo primero, porque mi madre me retiró del colegio el año ‘44, no había terminado la guerra, porque me había conseguido un trabajo en Falabella, y querían a la gente al tiro, porque tenían que hacer las cosas apurados para la pascua y el año nuevo, así que yo no alcancé a completar. Y por esa razón no me dieron nunca un certificado de estudio. Cuando en los cinco años que estuve ahí, siempre tuve promedio seis, completo… siempre tuve un promedio seis, o sea, era muy buen alumno, y no me quisieron dar certificados de estudios: por haberme retirado. Y eso que los exámenes se daban antes, se daban a fines de Noviembre, pero como no me había quedado hasta el final, no me los dieron. Y ahí cuando el señor, caballero, titulado sastre, con su lindo diploma, certificado con sus humanidades completa, entra a trabajar a Falabella. Y me encuentro, porque yo soy muy observador, de que la situación era tan distinta de la que me pintaron. Porque para empezar me dijeron: señor este certificado de sastre, de cortador sastre, que aquí, que allá, por lo que hemos probado quince días, la educación que tuvo usted no vale un pito… ¿Por qué razón estaba atrasado? Porque los programas que se hacían, eran muy fundamentales, muy artesanales, muy antiguos, y no estaban de acuerdo con la modernidad. Así que si quería seguir trabajando ahí tenía que entrar como ayudante, como quien dice, alumno nuevo (se ríe). Y así fue la cosa, y me di cuenta, ya pasando meses y meses y viendo como se trataba a la gente, la explotación terrible que había con los obreros que trabajaban ahí. Para empezar, se trabajaba de lunes a sábado y no había ningún beneficio, solamente el sueldo y punto, nada más. Lo único que se respetaba eran las vacaciones si es que cumplía un año…

NA: ¿Cuánto eran las vacaciones?

RAR: “Se supone que tiene que ser una semana o quince días… bueno, lo importante de eso, es que para no pagarme las vacaciones, me despidieron antes que cumpliera un año (se ríe). Práctica patronal que hasta la fecha se usa mucho. Y si no, que hablen los microbuseros que están en huelga, porque les cortan el año y lo contratan de nuevo, y les quitan la antigüedad. Por eso hubo el paro, la movilización ayer o anteayer, y va a seguir cundiendo, porque es todo el gremio. Bueno, si eso sucede ahora,  después de sesenta años, ¿cómo sería hace sesenta años atrás? Peor.

NA: ¿Qué más condiciones vio que eran malas?

RAR: “Todo. Para empezar el obrero era carne de cañón. Como todavía este país no se reponía del asunto de la crisis, había mano de obra de sobra. Y si usted quería señor, por cien pesos, se queda y si no: se va, así de simple. Y si llegaba mano de obra más barata, simplemente lo cortaban y tomaban otro. Siempre fue así, hasta hoy día. Así que este Chile, en eso, no ha cambiado nada. Así que tuve el privilegio, de empezar a darme cuenta cómo, en la práctica yo era lobo solitario, eso te lo conté una vez. Porque mi madre trabajaba, mi hermano ya estaba trabajando en otro lado y yo que hacía, trabajaba también, entonces me fui, pasé casi todo el año, porque antes la Biblioteca Nacional abría hasta tarde, hasta las ocho de la noche… me pasaba de Falabella a la Biblioteca, yo te conté, ¿para qué? Para leer la historia de Chile y ver en qué país de mierda estaba, que estaban sucediendo estas cosas. Y a la vez, empecé a ver como se trataban a los obreros, en la explotación, que esto, que lo otro, que aquí, que allá, pero, las mil y una, entonces me di cuenta de que los modelos, en los cuales yo fui educados, no calzaban con la situación real. Y que era mentira eso de que uno saliendo de profesional iba a tener trabajo al tiro, no es cierto, la explotación es muy grande. Entonces encontré un aviso que decía: El Sindicato de Sastre llama a reunión. Bueno, yo como era sastre, me metí. Y ese sindicato pertenecía a la Federación Textil. A una Federación Textil que estaba en una de las tres de trabajadores que habían en Chile. Que era de las Confederación de Trabajadores de Bernardo Ibáñez, que era socialista, la Confederación de Trabajadores de Bernardo Araya, que era comunista y la SICH, que era del Padre hurtado, católica. Y al meterme en esa Federación, me di cuenta que ellos estaban organizando, fábricas por fábricas, y empecé  a asistir como asistente. A los seis meses ya era consejero, y al año siguiente ya era Director del diario. Y tres años después, cuatro años después, ya era el Secretario General de la Federación Textil. Entonces, lógico, todo el ambiente que me tocó a mí, porque yo, como era lobo solitario, nadie me controlaba. Porque llegaba a la casa, es decir, llegaba mi madre, mi hermano y yo, a puro dormir, y después salir a trabajar. Así que, nadie me controlaba, era lobo solitario, yo tenía el tiempo suficiente para, después de mi trabajo, y ahí ingresé al Partido Comunista, pero en el asunto sindical, laboral. Nada más.

NA: ¿Recuerda a alguien que lo haya influido?

RAR: “No, no, no. Solamente yo tuve la universidad de la vida. Ahí aprendí más que teniendo maestro. Ahí conocí los problemas de sindicatos, de esto, de los dirigentes, de las traiciones, de los complots, de esto… o sea que uno tuvo todo el bagaje, era cuestión de asimilarlo, y ver cuáles eran los problemas y ver cuáles eran las soluciones. Y a eso me dediqué. Entonces, como me echaron de Falabella, formé un taller con tres compañeros más y tuve mi propio taller. Que era un desastre, si yo siempre fui un desastre. Entonces, lógico, tres personas, jóvenes, de distintas características individuales. A veces que fallaba uno, el otro que aquí, a veces que yo no podía, no funcionaba la sociedad. Así que también, entonces yo dedicaba mi tiempo; me levantaba a las seis de la mañana, porque tenía que tomar un carro, desde la Plaza Egaña hasta el centro, para abrir el taller, temprano, porque fuera de los tres socios, teníamos como cuatro operarios, era un taller artesanal, que siempre fue de los que se llaman ‘trabajadores a domicilio’. Habíamos arrendado una pieza en el centro… en la calle San Antonio, con Moneda, con Agustinas, en edificios viejos, que arrendaban en una pieza, hacíamos un taller. Primero atendía con los socios el taller hasta las cinco y media, seis de la tarde; a las siete me daba una vuelta, por la Secretaría del Partido Comunista, o si no, me iba directo a la Federación Textil. Y, ahí aprendí, a arreglar pliegos de peticiones. Porque uno con Consejero tenían que ir a visitar a los sindicatos que estaban en problemas.

NA: ¿Quiénes elegían a los Consejeros?

RAR: “Los Consejeros no se elegían, se hacían. Se necesitaba compañeros que tuvieran tiempo, después de su trabajo, para atender los asuntos sindicales de la Federación. Y, tú tienes diarios míos, y todos hablan de huelga, de paros, de conflictos, de esto, que lo otro. Entonces, un consejero, ¿qué tenía que hacer? Ir a ver cuál era el problema, cuál era el pliego de peticiones que presentaron, asesorarlo, hacer las copias, dos, tres, cuatro, cinco, pa’ presentarla en la Inspección del Trabajo. O sea, apoyar en forma dirigente a un sindicato determinado. Y como eran ochenta fábricas que teníamos, consejeros, era imposible que se fuera, que se visitaran. Entonces, uno iba en las noches, porque es lógico, si todo el mundo trabajaba, a las ocho de la noche generalmente empezaban las reuniones del sindicato, esa era la labor de los Consejeros.

NA: ¿Cuáles eran los principales problemas?

RAR: “Lo de siempre, los pliegos de peticiones, buscando, ah, entre otras cosas… desde que salió Pedro Aguirre Cerda, hasta que yo me salí de la Federación, el asunto sindical cambió: crecieron los sindicatos, pero de una forma salvaje. Es tanto que habían tres Federaciones de sindicatos, tres CTCH. Fue una época en que la lucha obrera se concentró en cuanto, en veinte años, como jamás sucedió en Chile, hasta que llegó un momento, en que, ahí te cuento qué pasó. Como eran tantos los conflictos, trataron de hacer una sola Central Sindical. Y para los años cincuenta, no me acuerdo la fecha exacta, se convocó a una reunión de los dirigentes de Federaciones y de las dos CTCH y más la… para formar una sola Central Sindical. Y esos trámites, dimes y diretes, duraron cuanto, dos años. Y ahí salió la famosa CUT, Central Única de Trabajadores de Chile. Se disolvió la CTCH socialista, se disolvió la CTCH comunista y la del Padre Hurtado y se formó una sola Central Sindical, que fue la CUT: Central Única de Trabajadores de Chile, y que eligió Presidente a Clotario Blest Riffo.

NA: ¿Qué opinión tuvo de Clotario Blest?

RAR: “Incansable, sí lo conocí. Lo conocí cuando fue elegido dirigente, después ya políticamente lo conocía porque yo era apoderado de mesa durante veinte años, en la Estación Mapocho, y ahí votaba Clotario Blest, así que todos los años lo veía pasar. Y lo conocí como dirigente, y lo conocí veinte años después, pobre viejo triste, mal vestido, barbón, yendo a votar. El dio todo lo que pudo por las centrales sindicales, y como esas cosas son mal pagada y mal reconocidas, terminó tranquilamente muerto de hambre… Otra cosa que teníamos nosotros los que participáramos en el movimiento obrero. Yo trabajé ahí desde el año ‘44, ‘45, ‘46!!!! De los veinte años… El ‘46, ‘47, ‘48, ‘49, ‘50: trabajé cinco años en eso. No se recibía un solo diez, ni siquiera para movilización, y todos los gastos de uno de movilización a los sindicatos, de comida, corría por cuenta de uno, no existían sueldo. Entonces hay que ver que ese tipo de gente ya no se usa (se ríe), entonces, los únicos que cobraban de sueldo era la planta estable, que dirigía esto, porque había que llevar las cuentas, las financias, o sea una central ejecutiva y una central informativa. Pero nosotros, que éramos los que salíamos… porque yo generalmente cada vez que íbamos a la Federación, me desocupaba cerca de las doce de la noche, y llegaba a la una, una media a la Plaza Egaña, arriba. A dormir, a levantarse a la seis. Entonces, uno porque lo hacía, por convicción y doctrina de “Santa Carolina” (se ríe). Por convicción y doctrina. Uno estaba convencido, de que si veía los problemas y podía ayudarlo, y yo, que era lobo solitario, podía ayudar, lo hacía. Y lo hice. Y participé hasta el año cincuenta que se me ocurrió casarme. Entonces ya me retiré de la Federación, porque, lógico, ya era otra cosa el asunto. Pero siempre  seguí pendiente del asunto sindical.

NA: ¿Cuáles fueron las tareas como Secretario General de la Federación Textil?

RAR: “Controlar todo el trabajo de los Consejeros. Uno era un Consejero más, pero el que hacía cabeza del grupo. Y los Consejeros no eran siempre los mismos, se iban cambiando: unos que cumplían, otros que no cumplían, otros que se retiraban, otros que se enfermaban. Y siempre buscando gente y siempre había gente que se prestaba para eso. Entonces el Secretario General, fuera de llevar la lista y el asunto de todos los conflictos pendientes, uno tenía que controlar a los Consejeros, y ver quienes podían y quienes no podían. Era un trabajo pesado, pero se hacía. Había que juntarse y si tú ves…

NA: ¿Qué industrias estaban en aquella Federación?

RAR: “Los textiles… Como era una CTCH comunista, otra CTCH socialista y otra CTCH cristiana, eran los sindicatos quienes elegían a qué CTCH pertenecían…. La CTCH comunista controlaba unas ochenta fábricas. Porque antiguamente en Chile, por ponerte un ejemplo, el textil era uno de los más numerosos, porque habían, más o menos, unas sesenta fábricas de seda, de esto, de lo otro, que aquí,  de algodón, de confecciones, de sastre, de tejido, de toallas, de calcetines: todo eso es textil; la fábrica de sacos es textil, la fábrica de alpargata es textil, la fábrica de cinta y elásticos sin tela es textil. Entonces el gremio era muy amplio y todo el mundo tenía problemas terminado el año, porque había que presentar pliego de peticiones, entonces ese era el trabajo. Terrible. Y había que tener memoria para todo, y tenías que tener pie para todo, y tenías que tener ánimo para todo, y había que tener tiempo para todo. Y uno se lo hacía…. Que la fábrica de sacos que estaba acá al fondo, al sur de Santiago, y tenías que ir a la fábrica que estaba en la Panamericana Norte, también. Y los que estaban más arriba o los que estaban más abajo. Entonces (se ríe).

NA: ¿Recuerda haber tenido un problema de peleas con los socialistas?

RAR: “No, no. Entre el asunto político, era distinto del asunto sindical, por eso yo te puse al tiro la cuestión, yo primero era sindicalista, lo otro era problemas de opiniones.

NA: ¿Entonces usted tenía amigos socialistas?

RAR: “Lógico, y éramos trabajadores, obreros, estábamos peleando. No se trataba de conversar del asunto partidario, se trataba de conversar del asunto sindical y punto, esa era la meta de uno. Y  uno estaba obligado de no meterse conflictos políticos con esto. Es cierto que los conflictos políticos, generalmente, iban contra la clase obrera, y prueba de ello, de que ahí salió la famosa Ley Maldita, ahora, vamos a ver, vamos por parte, porque me estoy adelantado mucho... No recuerdo amigos socialistas, yo veía cientos de personas, entonces es muy difícil decir fulano de tal, de anarquistas, no, no, nada que ver con eso, yo era sindicalista, ellos no estaban en mi Federación, es difícil el chiste… el asunto de la división política, te lo voy a poner al tiro, entre los comunistas y los socialistas se dio, ah, primero, el señor Pedro Aguirre Cerda se le ocurrió morirse a los tres años, dejó una obra fundamental de Chile. Y le siguió el señor Juan Antonio Ríos, que también se le ocurrió morirse en la Presidencia (ese era más derechista que de izquierda). Entonces, resulta de que como las huelgas ya se habían generalizado en todo Chile, y las Federaciones llamaban y convocaban, si a veces habían manifestaciones, figúrate que en esa época, Santiago no alcanzaba a tener un millón de habitantes; y había una gran concentración, iban 50.000 personas, lo que equivale a decir 200.000 de hoy día. Entonces, y estaba Hubsbertone y Mapocho en huelga de hacía tiempo, unas oficinas salitreras. Y se estaban muriendo de hambre porque ya llevaban meses y nadie les daba solución. Entonces la CTCH comunista llamó a una concentración en la Plaza Bulnes, para apoyar en la huelga de los compañeros mineros del norte, de las salitreras del Humbserton y Mapocho. Se convoca, se hace, hay provocaciones y se produce lo que se llamó la matanza de la Plaza Bulnes, en la cual yo también participé… y resulta que la CTCH socialista nunca apoyó lo que hacía la CTCH comunista, políticamente. Y como esa matanza fue tan grave, que aquí, que allá y la cuestión; y ¿quien estaba de Presidente? El Presidente institucional era Juan Antonio Ríos, pero Juan Antonio Ríos se estaba muriendo, así que estaba Alfredo Duhalde, radical. Y hubo una matanza, ahí cayó la Ramona Parra, en esa balacera y a mí me llegó un balacito por aquí (muestra el brazo). Entonces, el asunto es que, para esa represión que hubo el Partido Socialista apoyó la represión y se produjo el distanciamiento, políticamente, entre los socialistas y los comunistas. Bueno, pasado eso, ese mismo año, que se murió Juan Antonio Ríos, ahí viene la candidatura de Gonzalo Videla. La matanza fue simplemente por provocación, había mucha gente, pero, si había mucha gente y era una concentración en apoyo de huelga, ¿se justifica que en una calle hubieran lanceros a caballo, que en otra calle hubiera tropas de Carabineros? ¿y que en otra calle, por atrás, estuvieran también tropas de Carabineros? Que era, qué!!! O sea, era una provocación. Y la provocaron por una cosa tan simple, como que se espantó un caballo y lógico, el caballo se tiró contra la gente y ahí empezó la balacera. O sea parece que estaban preparando para tirarse contra los comunistas, así de simple. Yo recibí un balazo (se levanta la manga de su chaleca muestra su brazo con la herida por una bala). Menos mal que fue un roce.  A la hora que entra un poquito más, te jode el hueso. Me tuve que vendar, me saqué la chaqueta, la camisa, la vendé y no fui a la posta. ¿Por qué razón? Porque todo el que caía a la posta en cualquier asunto político, salía en el diario con nombre, apellido, profesión, domicilio y todo y pasaba a las listas negras. Y si no, es cuestión que veas El Mercurio de ese año: Tú, fulano de tal, obrero de tal cosa, vive en tal parte, tantos años tiene, no se aceptaban en ninguna fábrica más, a la lista negra. Así que, yo sabiendo eso, lógico, me fui pa’ la casita y arreglarme como pudiera… me la amarré firme y con remedios. Y ahí cayó la Ramona Parra, la primera que cayó fue la Ramona Parra. Tú sabes que aquí, en la población La Victoria, una calle se llama la Ramona Parra; que un famosísimo grupo que hacía murales: la Brigada  Ramona Parra. Fueron muy famosas. Y lo curioso entre Ramona Parra y yo, que los dos cumplíamos veinte años días después de la matanza de la Plaza Bulnes (se ríe). Ese fue mi regalo a los veinte años. Fue a fines de enero y yo a los primeros días de febrero estaba de cumpleaños. Y la Ramona Parra en mayo cumplía los veinte. La juventud participaba, porque  en esa época, veinte años, eras joven todavía.

NA: ¿Pero usted se sentía  joven?

RAR: “No, como yo fui una persona que no fumaba, que no tomaba, que no iba a casa de putas, que no iba a casa de remolienda, ni en bares, ni en esto, no en esto otro,  era más sano que un yogurt. Entonces, era difícil sentirse joven estando metido en la Federación (Textil) y viendo todos los problemas. Ahora, era obligatorio que si uno entraba al Partido Comunista tenía que pasar por la juventud, además que no era mayor de edad. ¿Por qué? Porque a mí ya a los 18 años, a mí ya me decían el viejo. Entonces, y como yo leía tanto y sabía tantas payasadas, a qué iba hacer en la Jota. Entonces pasé directo a la Federación. Iba al partido a otras cosas. En el sindicato había una directiva, y se manejaba esa directiva que dependía de la Federación, como jefes de la Federación… El partido era aparte, el asunto partidario.  Nosotros manejábamos el asunto sindical, dentro del partido. El partido no daba directrices, no sentía presión. Que había un esquema de trabajo: sí; que había una línea de información: sí; y que había una línea de comunicación de todo lo que pasaba y las cosas que había que ver: sí. Pero que a ti te fuera a imponer, que esto y que lo otro: nunca. Yo estuve cinco- seis años allí y ni siquiera me llamaron. Era muy distinto ser dirigente sindical y ser… y a la vez, lógico, uno era partidario de un partido. Pero eso era aparte. Cada vez que yo tenía que tratar cosas partidarias, iba al Partido. Pero tratando sindical, era sindical.

NA: ¿El diario de ustedes lo realizaba El Siglo?

RAR: “El Siglo era el impresor de esto. Ellos diagramaban. Yo era el director del diario, pero lo único que hacía era recopilar la información… (Ve los diarios). Aquí se llama a la gente a que coopere con el diario para que aparezcan sus problemas, a tener una fuente de información se formaban… uno daba la información por escrito, pero había gente que sabía de tipografía en imprenta y que sabe como tomar las informaciones. A mí me lo entregaba cada persona que iba cada industria. Cada industria entregaba sus problemas. La entregaba a la Secretaría. Ellos recibían y uno, lo único que tenía que ver, era que se tomara en cuenta quien la mandaba. Aquí iba todo, pero lo único era que se achicaba las cosas… valía 3 pesos, baratísimo. Costaba venderlo, porque costaba distribuirlo. Porque cuando salía, tenían que venir de cada industria a retirarlo y generalmente no venían. Entonces, el consejero que iba a visitar llevaba diarios para la venta, entonces era difícil. No venían, porque si tú estás trabajando, en Maipú y tienes que venir a buscar el diario aquí: ¿Vas a venir? No. Entonces, el hecho de ser el Director del diario, yo recibía las informaciones y los enviaba a quien lo compaginaba, que lo hacía grande, lo hacía chico, pero ese ya era problema de los imprenteros, de los gráficos como se llamaban. Porque como era tan pobres los tiempos, si tú te figuras, este era el logo del diario (indica el logo), que era un huso, un huso textil, con esto tejen las máquinas, se tejían, ahora ya no existen. Ahora, ¿por qué hay otros que no lo tienen? Porque a la imprenta de El Siglo, el señor González Videla la hizo tira, y se acabó. Entonces hay diarios del 49, ya no teníamos el logo, porque este logo lo hicieron tira. Todo lo que había. Por eso dice “segunda época”.

NA: ¿Recuerda usted las huelgas? ¿Cómo se financiaban?

RAR: “Cómo no las voy a recordar, si las teníamos todos los días. Era difícil mantenerla, nada más que al empeño de los mismos trabajadores. Eran ellos los encargados de mantenerlas y la Federación de apoyarlos. La Federación jamás le pasó un diez a ninguna, porque no lo teníamos.  Si nosotros no recibíamos un sueldo y no había entradas de nada, no podíamos ayudar, económicamente. ¿Y cómo podíamos ayudarlos? Nada más que viendo sus problemas y tratar de encontrarle solución. Para los conflictos muy graves, la Federación pedía que apoyaran (los sindicatos), esto y esto otro. Cuando eran graves. Hambertson y Mapocho, dos meses y tantos. Se le pedía ayuda a los sindicatos…

NA: ¿Usted creía en González Videla?

RAR: ¿Cómo que no? Me saqué la mugre con González Videla. Porque era el único candidato de izquierda, que cuadraba con las expectativas de la gente. Prometió el oro y el moro, el cambio, y el apoyo, que esto y esto otro. Te puedo decir dos cosas fundamentales: El Pablo Neruda le hizo una propaganda a González Videla. La Violeta Parra le hizo unos enormes canciones y ensayos, proclamando a González Videla. Y el partido en general apoyó a González Videla. Porque era un cambio que venía. Y es tanto, que en esa época, el Partido Comunista, que en las primeras elecciones de los años 38-40, tenía el 6% de los votos, una cosa así. Para la época de González Videla, el partido tenía el 25% de la votación. Y tenía un montón de diputados y dos senadores. Entonces era una potencia. Y el partido lo apoyó. Tú sabías que cuando él e recibió nombró a tres comunistas… de los nombres no me acuerdo. Del único que me acuerdo es de Corona, Chacón Corona, le decían tapa Corona, porque en esa época se inventó la tapa de las botellas...  y González Videla era un cambio, en política. Y además era de La Serena, y yo era de La Serena. Yo era de Copiapó, pero estuve en La Serena. Hice todo lo que se hace en las campañas, los rayados, los murales,  las papeletas, que había que sacarla en mimeógrafo, de una por una y toda la porquería chica. No era como ahora, que sacas mil, dos mil, antes costaba, todo costaba. Y la propaganda, que esto y esto otro y las manifestaciones. Ese era el asunto político, el asunto sindical era otra cosa. Pero en el asunto político, yo me saqué la mugre trabajando, las horas libres por González Videla. Entonces, que pagar, cómo nos pagó, era la traición más fantástica del mundo y lo peor es que el Partido Socialista apoyó la legislación contra los comunistas. Porque eso la famosa ley de Defensa de la Democracia, aceptó solo a los elementos comunistas. Y los socialistas apoyaban e incluso, hasta denunciaban. Por eso se abrió el Campo de Concentración de Pisagua. Y de la Federación Textil, montones de dirigentes fueron a dar a Pisagua, y los campesinos a Pisagua y de aquí a Pisagua, montones y los que se oponían, a Pisagua, siendo comunista o partidario. Entonces fue una ley discriminatoria solamente contra el Partido Comunista. Apoyado por los radicales, lógico, como toda la derecha. Acuérdate, cambiar de ministros comunistas a meter de Ministro de Economía a Jorge Alessandri Rodríguez, hay una pequeña diferencia. Ese fue el salto. Entonces, no hay por donde perderse de que la simpatía por González Videla se fue al hoyo. Lo hizo por conveniencia política, porque además nunca fue, como quien dice: el padre Gatica, predica pero no practica, predicó mucho, pero practicó al revés. Y al final se alió con la centro derecha y al final se alió con la derecha. Apoyo a los socialistas excluyó a los comunistas. Y ahí quedó la escoba con montones de dirigentes en Pisagua y todos presos. Y si tú lees en estas cosas, en estos diarios, como las amenazas en las huelgas, de que sino se cerraban los dirigentes iban presos a Pisagua, a favor de los patrones. O sea González Videla gobernó la segunda parte, solamente, exclusivamente para los patrones. Y el pueblo, que se joda. Ese fue González Videla y esa fue la famosa Ley Maldita. Acuérdate que nos excluyó de los registros electorales. A mí no me pasó nada. Será porque era más vivo que ellos, y nunca me pillaron donde debía estar. Porque incluso cuando allanaron la Federación nuestra, nos robaron retoitito, y no hicieron tira todo, yo al otro día me fui, porque en esa época, como yo era lobo solitario, la poca plata que tenía siendo sastre, la gastaba en estar bien vestido, entonces yo andaba muy bien vestido. Así que voy un día de invierno. Me pongo mi abrigo, mi sombrero, mi paraguas, mis guantes, y voy y me meto a mi Federación a mirar que había pasado aquí hombre (imita una voz de caballero elegante).  Yo me fui a meter a mi Federación cuando la habían desfalijado y todavía estaban los tiras adentro (Se ríe). Claro, ven a una persona que va elegante y va preguntar por explicaciones, me dan las explicaciones y me fui (se ríe), se aprenden muchas mañas. No me cambié de casa, nada, nada, nada. Después me casé en 1950, fueron años difíciles. Lo más difícil es que ya no teníamos la libertad de andar de sindicato a sindicato. Porque nos acusaban los patrones, acusaban de que el sindicato se iba a reunir. Así nunca faltaron los sapos que fueron a ver qué pasaba, no, si fue una cosa muy difícil. Entonces el movimiento…

NA: ¿Qué noticias supo de Pisagua?

RAR: Pero mira (muestra diario textil)…  “los relegados presentan memorial”, ¿los relegados de dónde? de Pisagua, si es por año que se siguió esa línea. Y quien reclamaba, el puro Partido Comunista porque el único ofendido. Los demás hacían vista gorda. Si hubieron muchos, muchos compañeros que fueron a parar a Pisagua. Era un campo maldito. Claro, de ahí yo me casé, lógico, yo empecé... Siempre apoyándolo, porque en la fábrica que trabajé también fui dirigente, pero de la pura fábrica, ya na’ que ver con la Federación. En la fábrica de vestuario, yo siempre fui textil. Claro, que yo había pasado a la moda, ya no era sastre, era un desastre.

NA: ¿Qué personas se acuerda de esos años?

RAR: “Era gallo González Videla. Eduardo Cruz Coke, que votó en contra de la Ley maldita, que era cristiano, pero era muy saber de la cosa sindical. Elías Lafertte Gaviña creo que era. Una vez, cuando él era senador, habían tremendas peleas del Senado, terribles, y una vez los senadores eligieron al mejor senador de todo el Senado, y eligieron a Elías Lafertte Gaviño. Y Elías Lafertte Gaviño dijo: que les habré hecho yo, para que me eligieran como el mejor. Lógico, un tipo inteligentísimo, muy culto, muy respetuoso de las ideas, muy dirigente de frentón, entonces, no le podían achacar ni coimas, ni esto, ni negociado, ni nada. Y encima que era revolucionario, lo eligieron como el mejor senador del Senado (se ríe), Elías Lafertte. Y Carlos Contreras Labarca fue el que me firmó el carnet del Partido Comunista, el año ‘44, cuando entré al partido. A Neruda yo lo conocí también, como yo viví en la Plaza Egaña, en la segunda calle; en la cuarta o quinta calle estaba la casa de Neruda. Yo estuve un día en la casa de Neruda. Si es cuestión de historia. Yo he conocido a toda la gente bonita y fea de este país que nación con Pedro Aguirre Cerda. Yo asistí a la inauguración, a la fabricación y a la formación de las escuelas de danza, las escuelas de música, las escuelas de baile, las orquestas, de los teatros experimentales, estos nacieron todos en esa época. O sea que la cultura se generó en una forma tan brillante, que como te decía, esa fue la época mejor de Chile. Nació todo lo que tú tienes ahora, nació  en esa época, todo, todo, todo.

NA: ¿Los obreros eran cultos?

RAR: “El obrero siempre fue explotado, yo fui distinto, porque como yo completé las humanidades y leía mucho y leía de todo, no solamente lo que convenía, leía de todo. Tú ves que tengo tanto libro ahí (muestra su librero con más de 200 libros), porque a mí nunca me faltó un libro en el bolsillo. Y como los viajecitos que tenía que hacer en los tranvías, no existía las micros, era larguísimos, ¿Qué hacía? Leer. Es por eso que tengo tanto libro chico. Que eran libros de bolsillo. Y además que yo leía mucho y todavía sigo leyendo. Yo leía El Siglo, me lo venían a dejar a la casa los días domingos, lo compraba nada más los días domingos. Porque no tenía plata pa’ más. Pero uno ya conocía todo. Igual que ahora, un diario lo miro, leo los títulos y ya sabe lo que se trata.

NA: ¿Cómo fue la política comunista en el campo en esa época del Frente Popular o González Videla?

RAR: “Ahí, justamente, cuando tenía veinte años, veintiún año, fuera de trabajar, el día viernes, es decir, esto fue no solo en una sola época, en un solo año que fue, estaban formándose sindicatos campesinos, y a mí me tocó una comisión que iba a formar sindicatos a Paine. Y nos íbamos, tres o cuatro compañeros, el día viernes en el último tren que iba a Rancagua y pasábamos en el campo, porque ya teníamos el… a ti te dan el programa hecho, “allá te va a recibir tal gente, en tal fundo…”. No es que uno anduviera metiendo la nariz, sino que iba uno a determinadas partes. Tomaba el tren a Rancagua, el último tren y pasábamos sábado y domingo hablando con campesinos y formando sindicatos campesinos. y nos veníamos en el último tren de Rancagua el domingo, a trabajar el lunes a las seis de la mañana. Entonces, tú ves que en esa ronda, en que tiempo descansas tú, no teníamos descanso. Y no me sentía, porque yo nunca me he sentido cansado, y al trabajo jamás le he quitado el bulto. Así que yo estuve, en esa época, formando sindicatos campesinos, y cuando este tal por cual, de González Videla, porque yo no soy adicto a llorar, yo he llorado muy pocas veces, porque desde niño aprendí que llorar era tonto, después te explico, ese es un problema sicológico. Una de las pocas veces que he llorado, porque se hizo una huelga de sindicatos campesinas, que fue la primera en Chile, en esa zona. En Paine, Buin, Linderos, y todo ese volado, se hizo una huelga de campesinos, que fue la única que dio resultados y la única que murió a edad temprana. Porque González Videla al ver lo que pasó, pescó a los dirigentes campesinos, que habían hecho la huelga, y se llevó a Pisagua y la familia: al camino, esa es la única vez que he llorado. Porque me decían: “usted, que vinieron a formar sindicatos, miren en lo que estamos ahora. Nos culparon a nosotros. Las familias que los echaron al camino. Tenían razón. Por culpa de González Videla, él los mandó a Pisagua. Y los patrones, los echaron del campo.

NA:¿Cuál?

RAR: “Terrible. Mire, es que yo conocí la realidad del campo, por otro lado, por eso es que cuando pude ayudar al campo, lo hice. Pero ese es tema largo. Resulta que mi madre era enfermera. Entonces, como era muy buena enfermera, le recomendaban pacientes para largo, entonces ella trabajaba, como quien dice, puertas adentro. Con gente rica, y la primera vez que fui a veranear, fue cuando mi madre estaba en la casa de los Aspillaga, que tenían una casona, allí entre Almirante Barroso y dos calles, tenían una enorme casona de dos pisos y dos cuadras de fondo. Abajo vivía el tío, arriba vivía un sobrino que era médico y en la parte de atrás, otro sobrino que era abogado. Y este caballero, tenía una pequeña chacra aquí al sur de Santiago (al parecer en la comuna de La Granja), y como mi madre estaba trabajando puertas adentro, en las vacaciones mías, que estaba en el colegio, me iba de vacaciones para allá. Y ahí aprendí que a los trabajadores, que no eran obreros, eran simplemente campesinos, los manejaban los administradores  como querían; les daban pan con afrecho, no les permitían tener animales, no les permitían tener nada, tenían una huertecita chiquitita, y los explotaban de sol a sol. Tenían una lechería y no les daban leche; fabricaban queso y no les daban ni a probar la miga. Entonces mi madre, que era muy fuerte socialmente… pero, pero… mire. Fuera de eso. ¿Tú conoces la Población San Gregorio? La población San Gregorio, era la chacra San Gregorio, de don Pedro Aspillaga. Y era tan grande, que la Aviación se la iba a comprar, antes que hicieran El Bosque, para el campo de aviación, la querían. No se la quería vender (lo imita), porque no tenía tiempo pa’ ocuparse de esas cosas, no tenía tiempo, pa’ eso estaban sus mayordomos, y no se la vendió. Entonces esa era chacra enorme, entonces para conocerla, a mí me llevaban a caballo (se ríe), a conocer. Y tenía establo, y tenían leche, y la chacra San Gregorio, estaba la casa patronal, y tenían una huerta, de una cuadra completa, que era el huerto exclusivo para la casa. Y yo era el único habitante que usaba ese huerto y que toda la fruta se podría y se caía… y encima tenían un pozo de agua, un estanque, que era mi piscina particular. Entonces mi madre le empezó a hacer la guerra con él (al señor Aspillaga): cómo es posible que su administrador, que está aquí, que tiene tuberculosis, no se le permite se le pudre, no es capaz de darle a ellos. Le daba la guerra. Y logró que este hombre, porque era solterón, llamara a su administrador y le pidiera cuentas por primera vez en la vida, de cómo se barajaban los campesinos.  Y mi madre cuando leyó eso, porque ella sabía de letras, sabía de número y sabía de explotación también. ‘Pero, cómo es posible. Osea que, un hombre, que tiene una pequeña huertecita, no se le permita tener ni siquiera un animal, y depende nada más de sol a sol; y que los hijos no pueden ir a la escuela, tienen que salir a trabajar a los ocho años. Le armó la guerra. Yo estuve yendo tres años de vacaciones allí, porque ella estuvo hasta que se le murió la señora, porque le cuidaba a la mamá. Y en los tres años, les cambió el chiste a los campesinos. Y ya tuvieron luz, alumbrado, se les permitió tener animales, de vez en cuando se les daba queso (porque fabricaban queso), pero se les daba un litro de leche por casa. Entonces algo es algo. Pero los explotaban salvaje. Y ahí conocí, también, las misiones espirituales que hace la Iglesia Católica, que hacía, porque ahora ya no las hace, porque pasó de moda. Llegaban las misiones espirituales, el patrón acá, las atendía a cuerpo de rey po’. A ver, a visitar a los campesinos, a que creyeran en Dios, a bautizarlos, a casar los que no eran, que esto y esto otro, aparecían una mes al año, habían comido, bien tenidos, y se iba. Yo conocí todo ese sub mundo, que no tenía por qué conocerlo, pero lo conocí bien. Y no fui el único. Tuvo otro patrón que era de Rancagua, ahí conocí Rancagua. Ese era al revés. Tenía hijos en la universidad, tenía tres hijos en la universidad. Llegando fin de año, se llevaba a los chiquillos, que ellos se fuerana a trabajar, para que aprendiera lo que era trabajar en el campo. Y les pagaba bien a sus inquilinos. Y cosechaban arroz, cuando Chile producía arroz pa’l mundo, entonces ese era al revés. Y tenía un departamento aquí en el Banco del Estado, en la central. Yo estuve  ahí, viendo a mi madre de visita. Una vez que viéndola, entra él y me dice ‘perdone’. Me pidió perdón por haberme molestado, porque estaba de visita con mi mamá, siendo él el patrón, el dueño de todo. Una gente al revés, culta, muy bien educada, comprendiendo a los campesinos y les pagaba muy bien. Era al revés. Conocí a otros… mejor no te cuento, tantas cosas. Yo conocí todo el ambiente campesino a través de los clientes de mi madre, que cada uno la llevaba a sus fundos. Entonces, todo ese asunto, a mí, de la chacra San Gregorio, es la que me impuso la obligación, de cuando el partido dijo: ‘necesitamos gente para esto y esto otro’. Listo, yo me embarqué en eso. No es que me lo impusieron. Yo lo pedí, porque yo conocí el sistema.

NA: ¿Cómo eran las condiciones de los campesinos en Paine?

AR: “Estaba igual, tal como te la había dicho en la chacra San Gregorio. Igual. Terrible. La explotación inicua, de sol a sol, niños sin escuela. Porque el hombre que no podía trabajar, tenía que poner un hijo, y si no, lo echaban de la casa. Porque todas las casas no eran de ellos, eran de los patrones. Explotación completa. Entonces, que le vas a pedir tú a un campesino, que no aprendió, ni siquiera a leer, porque no pudo, no lo dejaron, no le dieron las condiciones, que le van a exigir.

NA: ¿Y cómo eran los campesinos?

RAR: “Terrible, terrible de buena gente, porque eran amigable, compresivos, y no hallaban con que tratarte. Y a la casa que yo iba, me hacían dormir en el suelo, pero bien tapado, porque ellos no tenían ni un catre pa’ ponerme  y nosotros no íbamos a eso. Gente muy abierta, muy sencilla: ‘pero usted es explotado’, y te decían así no más: ‘Y que le vamos a hacer, y de que vamos a comer’. Si no tienen otro hogar, están limitados y obligados a estar limitados. Y los obligan a estar limitados. Entonces, una cosa es lo del padre gatita, predicar y no practicar. Tanto que practicaron del que campesinado, de que aquí… las buenas huinchas. Hasta hoy día, sigue el mismo chiste,  un poco mejorcito. Con la mecanización, peor todavía, porque ya no se necesitan campesinos, se necesitan a un hombre que sepa manejar una máquina.

NA: ¿Lograron disfrutar de fiestas o costumbres campesinas?

RAR: “No teníamos tiempo, íbamos nada más que a hablar, a formar sindicatos… ellos sí que tenían miedo, logramos formar sindicatos y se hizo la primera huelga campesina de Chile, que duró un verano y al otro verano este tal por cual los mandó a cambiar.

NA: ¿Llegaron a convertirse en comunistas esos campesinos?

RAR: “No íbamos tanto a predicar el partido, íbamos a formar sindicatos, porque yo era sindicalista. La explotación se las explicábamos, poniéndolo en las  circunstancias en que ellos estaban. Que ellos no se merecían tener una pocilga de casa, trabajando de sol a sol y toda la vida; que ellos no se merecían que no les dieran productos que producían, cuando ellos los vendían por miles; que ellos no se merecían andar mal vestidos, cuando no les pagaban ni siquiera para vestirse, ni para educarse, ni para vestirse, ni para comer, ni para nada, los explotaban simplemente. Entonces, lógico: ‘Y entonces que vamos a ganar con el sindicato’. De que se le  reconozcan sus derechos, que ustedes tienen derecho, si aquí se cultivan papas, tienen derecho a papas, derecho a alimentación, derecho pago mejor. Y derecho a un horario que no sea de sol a sol,  que sean diez horas, por lo menos, porque llegar a ocho ya es mucho en el campo. No pos, allá trabajaban de sol a sol. Trabajaban, en la práctica, de siete de la mañana hasta ocho de la noche. Nunca nos pillaron. Ese era el chiste, el chiste era teníamos todo formado, justamente para que no se metieran ajenos. Entonces, no decían: no, ahora, no pueden ir a este fundo, porque bla bla bla. Nos decía: la próxima semana no vengan, nos protegían de que, en las reuniones. La gente del campo eran los más infelices de mundo, con tantas necesidades, quien va a ser feliz. Si ellos se enfermaban, se atendían ellos mismos, o se morían tranquilamente. Los patrones les importaban un pucho. Después llegaban las misiones católicas y les hacían las comuniones y quedaban listos para todo el año. Esas son las cosas que a mí me hicieron cambiar, mi método de pensar, de obrar y de sentir la injusticia. Después de las huelgas, no volví nunca más…  chi, a qué iba a ir, si fui justamente a darles, como quien dice, mis condolencias y nos dijeron: ‘y qué condolencias, cuando nos echaste a perder la vida’, que aquí y que allá, porque quienes se metían eran los maridos, los hombres. Las mujeres pagaron el pato. Y los maridos se fueron, los mandaron a Pisagua. Ahí se cambió mi religión, se cambió mi modo de sentir, de pensar, de obrar y de catalogar, tanto a este grupo, como al otro. Cambio total. Hasta hoy día.

La Familia.

RAR: “No me quejo de la vida, he pasado las de quico y caco, pero, yo sé que he cumplido con mi obligación, con mi deber, con lo que yo quería; que en esta casa fue humilde, pero que nunca faltó el pan, esos fueron mis sueños; que las chicas se educaron y que todas recibieron sus tremendos títulos… de cesantes. Les llegó el Golpe. Salieron de cesantes; y la otra que salió de segundo año de universidad, después yo iba a verla, vendiendo helados en la calle nueva York con Ahumada, cesante, la Marcela, la del medio. Estaba en segundo año en la USACH, estudiaba Tejido Técnico. Y al caballero se le ocurrió, que esas profesiones no eran de promesas para el país, cerró los cursos y los echó todos pa’ afuera. La mayor estudiaba Contabilidad y la más chica, también estudió Contabilidad. Y ninguna ejerció de Contabilidad, porque se graduaron de cesantes, porque no había en qué trabajar”.

NA: ¿Y las tres fueron políticas?

RAR: “Lógico. Hubo una herencia de parte de mi señora y yo. Mi señora era comunista, pero no la conocí siendo comunista, pero de eso no nos metamos, porque allí entra el tipo familiar. Pero ella era totalmente distinta. Cuando yo me casé no era comunista, allí está el chiste. Ella era una católica, que no iba a la iglesia, que no se confesó nunca y que no comulgó nuca, porque ella creía en Jesús, no en Dios; creía en Jesús. Y no creía en los curas (se ríe). Pero ella respetaba todo, que aquí, que allá, que esto, que lo otro. Cuando insistió en que las niñas hicieran la primera comunión, yo les hice el traje de primera comunión, las llevé a la iglesia, les saqué foto y todo lo demás. Porque ella decía: ‘No me vengan a echar en cara, más tarde, de que yo no la eduqué como católicas, de eso se encargan ustedes de aprender o no aprender. Y cuando estaban con problemas graves, cuando aprendió política, ella iba a pelear con Jesús a la Iglesia, no iba a pelear con Dios. A yayai (suspira). Y terminó trabajando con el freile, tantos años, con Monseñor Alfonso Baeza, el Cura Baeza, en la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús (Estación Central). En Alameda con Chacabuco. Claro, ella hacía cursos allá, cursos de gimnasia, cursos de pinturas, cursos de baile, cursos de macramé, de esto, del otro, montones de gente que iba para allá. Y para hacer esos cursos, durante mi vida, yo la obligué a que tomara cursos de pintura, de cocina, de macramé, de esto, de gimnasia, y que los aprendió tan bien, que terminó haciendo grupos. Si en esta mesa, no ve que esta mesa  se abre, de lado a lado, caben doce personas. Aquí enseñaba pintura. Aquí tenía su grupo de viejas que aprendieron a pintar y a ganarse el pan de cada día, pintando bolsas de pan, como las que tengo yo, o pintando delantales, o pintando pañuelos, pintando de estos calendarios, en el tiempo de Pinocho. Para ganarse la plata. A yayai (suspira). Tanta cosa, pero la vida es así. Resulta que como sastre terminé un desastre.

Diferentes Generaciones.

RAR: “En cambio aprendí vestuario femenino y a mis mujeres siempre las tuve de punta en blanco, con la moda. Porque toda la ropa se las hacía yo. Son caminos que uno jamás soñó, y que se dieron y como se dan, hay que aprovecharlos como vienen y sacarles el mejor provecho. Entonces, yo no me quejo de nada, porque yo sé lo que es ser un pobre diablo que no tiene nada de nada. Y sé lo que es hambre y sé lo que es necesidad, porque yo lo viví. Así que a mí no me choca, no me quejo, porque el que quiere, si tiene empeño, puede. Ahora no po’, tú vas el domingo a la feria, con diez lucas, vas con el puro traje de baño y sales pintiado, con zapatos, calcetines, calzoncillos, camisa, una casaca, yoqui, por diez lucas. Sales vestido. Antes, un par de zapato al año, y punto.  Un puro ternito al año, y punto. Que les vas a decir a los chiquillos que se pongan una pura teñida al año, cuando tiene opción de cambiar todos los días y si nos les gusta, simplemente lo botan (…) Entonces no puedes comparar esta generación, con la mía. Cuando todo era necesidad, ahora todo es botarata. Aquí no hay ningún patipelado que no ande con unas zapatillas de marca, con una camiseta de marca, con un aparatito, de estos de marca, porque cambió el país .Entonces, por eso te digo yo, que la época que yo conocí, desde el año ‘38 hasta  más o menos, los ‘50; fue este país naciendo, y ahora, este país, con tanta abundancia de aparatos mecánicos, este país se está hundiendo, porque está siendo dependiente de todo. Antes, aquí en esta época se fabricaba todo. Aquí nacieron todas las fábricas: desde el acero, hasta el cemento, hasta los cristales, los vidrios, la loza, el vestuario, las fábricas surgieron así. Y  los conjuntos musicales, los teatros, que aquí, que esto, que lo otro, nacieron así. Y hoy día que está todo hundiéndose por la modernidad. Porque ya nadie le interesa el vecino, están todos metidos en los computadores, o sino hablando por los celulares, o metiéndose en las páginas web, las pin, las pan… y nos tienen tiempo de saber quién es el vecino. Antes los vecinos nos juntábamos todos, hoy día no se junta nadie. Entonces cambiaron las generaciones. Entonces, yo no puedo echarle la culpa a la generación joven, de que sea tan mal educada, tan mal hablada, porque el mundo cambió. El mundo ya no es manual, artesanal y trabajador como ésta época…  antiguamente, mi generación, que salía con 17 años, salía directo a trabajar. Hoy día, a los 18 años, están pensando que carreras van a seguir, hasta los 25. Y si no les va bien, se quedan en la casa de los papás hasta los 30. Cambió el mundo, yo no le puedo exigir a este mundo, que piense en estudios, como lo hice yo. Eso es imposible, no lo van a hacer, no les da el cuero. Porque yo soy capaz de hacer el trabajo de cuatro jóvenes, y yo no me canso y ellos sí, porque  no saben lavar ni un plato. Yo acá hago todas las cosas, desde subirme a la escalera, hago la cama, todo.

(*) Obrero Textil y Poblador de Villa Sur, Comuna de Pedro Aguirre Cerda, Santiago (Chile).
13 de Agosto de 2013.

Nicolás Acevedo A. (Chile).