lunes, 8 de julio de 2013

NICOLÁS ACEVEDO ARRIAZA



LOS ORÍGENES CAMPESINOS DE P.A.C.

Según cuentan, el 5 de Abril de 1818, justo antes de la Batalla de Maipú, José de San Martín se encaramó al enorme euca­lipto que se encontraba en la Hacienda Ochagavía para es­piar al ejército realista. De ese árbol, hoy queda sólo su tron­co, que con sus cuatro metros de ancho enmarca perfecto a la Casa Patronal hoy converti­da en la Municipalidad de PAC.

Antes de que la comuna Pedro Aguirre Cerda se llamase así, una parte de ésta pertenecía a San Miguel, y mucho antes que eso, dichos terrenos fueron grandes haciendas donde se vivió una historia de explotación no tan sólo productiva, sino también humana. Tierras de mucho esfuerzo y trabajo, que se convertían en caros vinos, que se bebían en finas copas, en elegantes reuniones. Vinos que claramente no pertenecían, ni podían ser bebidos por quienes lo producían.
En las mismas calles donde se instaló la Feria Lo Valledor, el gimnasio Villa Sur, la piscina CORVI, el Hospital Abandonado en calle Club Hípico, existieron chacras y plantaciones pertenecientes a distintos patrones que poseían enormes casas, que hasta el día de hoy permanecen. Imágenes que nos recuerdan a un Chile campestre, pero que ocultan también las vidas de miles de campesinos que trabajaban en largas jornadas, de sol a sol, junto a sus hijos y mujeres. Campesinos que debían marcharse a un lugar desconocido cuando el patrón lo decidiera. Son los orígenes de nuestro territorio, el que luego se pobló con casas para obreros y empleados públicos, a los que se suman además las tomas de terrenos. Muchos de los habitantes que fundaron la Victoria en 1957 fueron campesinos.
Hace un tiempo, en La Tercera se escribió sobre el árbol (1) donde San Martín espió al ejército realista antes de la Batalla de Maipú en abril de 1818. El “tronco” que queda de dicho árbol aún se conserva al lado de nuestra Municipalidad, la que fue la casa patronal de la Hacienda Ochagavía, viña formada en el siglo XIX por Silvestre Martínez de Ochagavía. Éste, además de empresario fue parlamentario, algo poco frecuente en la historia de nuestro país: ¡Dónde se ha visto en Chile mezclar la política con los negocios! Si bien hoy, la actual alcaldesa plantea que dicha casa patronal podría ser una Biblioteca Municipal, en los años ’50 se pensó como Museo de la Independencia, pero no estaban los recursos. Desde 1934 que la Viña Ochagavía dejó de funcionar, y fue dividida en parcelas. Una de ellas era administrada por José Rebolledo, a quien se acusaba de ocupar a mujeres sin contratos ni Seguro Obrero. Les pagaba siete pesos (muy escasos), y sin derecho a ración de alimento como frecuentemen­te se les pagaba a los hombres. “Para estas mujeres no hay horario de salida, sino que trabajan hasta que se oscurece”, denun­ciaba por aquel tiempo el corresponsal del diario El Campo (2). Muy cerca de allí y como decía otro escrito del mismo periódico, a sólo “dos leguas de La Moneda”, estaba la Chacra Las Lilas de propiedad de Pastor Valdivieso, donde al administrador (cuyo nombre se desconoce) se le acusó de arrastrar a la esposa del campesino Rodolfo Poblete, “violentamente por el suelo, y en seguida, a fin de escapar del castigo, llevado por el miedo, acusó a la señora de Poblete de un hurto imaginado” (3). Atropellos cotidianos, que no tenían eco en la prensa oficial del gobierno o de El Mercurio. Muchos campesinos comenzaron a rehusarse frente a las agresiones que estaban sufriendo, lo que tuvo como consecuencia que fueran echados de las haciendas, que les quemaran sus casas o los desajolaran a la fuerza, con sus pocos muebles a la calle, con sus familias completas al camino. Desde los años ’30, los campesinos se comenzaron a organizar, ayudados por los obreros de las ciudades. Así nacieron las primeras organizaciones, como la Liga de Campesinos Pobres en 1935. Los sindicatos agrícolas estaban prohibidos por Arturo Alessandri, aunque estaba autorizado por el Código del Trabajo. Y aunque el triunfo del Frente Popular en 1938 despertó mucha esperanza al campesinado, éste terminó frenando su potencial organización. En el gobierno de Pedro Aguirre Cerda los partidos Comunista y Socialista fomentaron la formación de nuevos sindicatos agrícolas, más de 200 surgieron en muy poco tiempo.
Desde 1939 se levantaron decenas de petitorios que contenían pequeñas demandas, como mejorar las habitaciones de adobe o paja, o incrementar la calidad de la alimentación que muchas veces no estaba sazonada. Aunque modestas, las demandas fueron grandes para atemorizar a los poderosos hacendados, que temían huelgas en plena cosecha y que el alza de salario de los campesinos subiera los productos agrícolas, lo que sin duda generaría movilizaciones en las ciudades. Se debía detener la sindicalización campesina o crear una ley especial para ellos. Aguirre Cerda aceptó negociar y detuvo la sindicalización con un decreto ministerial en 1939. No se podía formar ninguna organización hasta que se discutiera una ley especial, que nació de una Comisión entre el gobierno y los representantes de los obreros y patrones (la Sociedad Nacional de Agricultura). Dicha Ley permaneció dormida hasta 1947 cuando fue aprobada por González Videla. Pero más que fomentarla, la ley obstaculizaba la formación de sindicatos. Paradójicamente nuestra comuna lleva el nombre de un presidente que presionado por grandes agricultores, no quiso la sindicalización. Dichos empresarios eran radicales como Aguirre Cerda, quien además también era agricultor. A Pedro Aguirre Cerda se le llamaba “Don Tinto”, precisamente por poseer una gran Viña que actualmente está cerca de la Ciudad Empresarial, en Huechuraba. ¿Un presidente que es empresario? Eso me suena conocido.

NOTAS:

1 “El Tronco más patriótico”, La Tercera, Santiago, 11 de Junio de 2011.
2 “Entre los parceleros que explotan a los campesinos”, El Campo, Santiago, Octubre de 1943.
3 “¡A dos leguas de la Moneda!”, El Campo, Santiago, Junio de 1943.

Nicolás Acevedo Arriaza
(Chile, 1981). Reside en Chile.


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