sábado, 26 de noviembre de 2011

VÍCTOR E. GONZÁLEZ

MEMORIAS…

En estas fechas ha habido mucho para recordar, ha habido homenajes, actos públicos, ceremonias secretas, encuentros clandestinos. Han sido tiempos de memoria, de nostalgias y evocaciones. Imágenes que llegan desde un tiempo remoto o cercano desbordando de emociones nuestros espíritus, regando de llantos nuestros rostros, dibujando sonrisas en nuestras almas, embelleciendo nuestros cuerpos.

Se cumplieron 100 años del nacimiento de Allende; esto ha sido refrendado en homenajes, documentales, libros y poemas. Recién en octubre 9 se cumplieron 41 años de la caída en combate del Che Guevara, en su nombre y con su rostro ineludible hubo marchas, proclamas, cantos y banderas recorriendo América.

Entre Allende y el Che hay pueblos, hay hombres y mujeres que sueñan, hay niños jugando, hay recuerdos y lagrimas, cantos y danzas, abrazos y puños en alto. Hay una memoria altiva, orgullosa, digna y generosa; hay mujeres desde Chiapas hasta La Patagonia, hay barricadas, batallas, marchas y marchantes con sus rostros sencillos, con sus pasos humildes, con sus manos laboriosas. Campesinos, trabajadores, obreros y estudiantes desde todos los valles recorriendo la América Latina. Desbordando montañas, navegando mares, recorriendo ríos y praderas, llanos y llanuras, poblaciones y barriadas. Entre Allende y el Che una historia de libertad y hermandad infinita…

Su rostro dibujado por el sol de años, sus manos templadas en nieves eternas, huellas en la montaña infinita, pasos, silencios, viajes que son travesías desde el valle altiplano hasta la orilla del mar agitado. Por ahí va él, el trashumante que recolecta yerbas y raíces medicinales, galopa montado en su mula, recorre los caseríos que se dibujan a la luz de la luna en verano; camina senderos eternos, se cobija del viento entre llamas y guanacos, canta con el canto del viento entre rocas y grietas magnificas. Su mirada es sencilla como sencillos son los seres del mundo; habla todas las lenguas de la vida, es Colla pero es también Aymara, Quechua, Diaguita, Calchaquí, Mapuche, Patagón, Sioux, Inca…

Un viajero cósmico de cielos infinitos; un hermano de todos y todas, un mago de magias sencillas, un amigo del silencio, de la lluvia eterna y generosa, de la nieve que no se cansa de ser nieve; un padre de pasos cansinos que recorre poblados y habla de la vida, cuenta historias, sana las tristezas con sus manos tristes; o versa palabras ancestrales para un tiempo futuro, para cuando llegue la noche y todas las estrellas se duerman con él…

Esta es la hora de los recuerdos y homenajes, la hora orgullosa de La Sierra y Santa Clara; la hora de las memorias fecundas en La Higuera...  El hombre partió demasiado lejos para convertirse en una leyenda, un mito de pueblos y calles; para ser convocado en caserones, aldeas, barrios, regiones y continentes. Otra vez la altiva Bolivia se agita de rebeldías, pero faltas tú con tu mirada de hombre-niño, con tu voz de profeta o poeta. Con tu voz iracunda de tiempos inmemoriales: abrazo, hermano, compañero, fusil, ráfaga, destello, estrella, recuerdo y promesa. Estás aquí, estás entre nosotros, dicen que te quemaron pero cómo quemar tu fuego libertario… Sigues aquí, te has quedado para siempre enredado en los cabellos humildes de los niños de América…

Eres montaña Andina, Coipasa, Inti, Cuzco; eres Amazonía, Valle grande, lagos y ríos, selvas y campos. Mágico Quito, rebelde Colombia, verde Venezuela, majestuoso Brasil.
Estás aquí, eres verso, palabra, susurro, canto, mirada, mar y desierto de América, volantín, caballo, jaguar, árbol, lluvia, esquina, memoria, silencio, aurora. Eres Argentina, Chile, humildes en Nicaragua, poemas en el Salvador… Estás allá y eres sol, luna, noche, un compadrito en la espesura del tiempo, un hermano de tus hermanos, Che compañero…

Septiembre en este lugar del mundo, la ciudad silenciosa espera; en los rincones del tiempo las marchas preparan sus pasos y proclamas; llueve, a ratos llueve; otra vez la historia con sus pliegues y fantasmas. Hoy, como ayer, los cielos grises y los sueños juegan en los olvidados patios con naranjos mientras la hora fatal hace su entrada arrasando esperanzas y risas populares.

Septiembre más allá del calendario y las formas; más allá del rigor y la rabia, más allá de un incendio infame; septiembre en cada plaza, en cada barrio, en cada calle de los populares campos preñados de pobres y marchantes; septiembre en cada hogar, en todo recuerdo y así se teje la historia, entre todos, entre los que partieron, los que no están, los que siguen, los que vendrán, entre todos quienes somos la vida...

Septiembre en la ciudad; los días han estado fríos, serenos, expectantes; septiembre se llena de miradas y escuchas que esperan algo, ese algo que son los gritos, los llantos, las rabias, las esperanzas y sueños; se desborda de llamaradas y camaradas, de bastiones vastos, de memoria y recuerdos. Llueve a ratos y hay quienes creen es porque es un tiempo triste; sus calles se inundan y hay quienes ven en eso viajes, travesías, misterios de invierno-primavera de un tiempo en que todo era banderas libres y libertarias, de un tiempo de marchas, de cantos y coros humanos abrazados a la humana posibilidad de una utopía...

Septiembre, entre  silencio y proclamas, puños, rostros, cuerpos, voluntades voluntarias; septiembre rodeado de falsos ídolos, mercados repletos de mercenarios y traficantes de quimeras y mentiras; todo es mañana para el pueblo y los populares; todo queda allí donde esta realidad ilusoria no llega ni corrompe. Se citan los delirantes con sus versos en rincones proscritos y barrios clandestinos; se abrazan los amantes que aman y con ello trascienden las formas y sentidos, embriagados de susurros recorren las noches y mañana marcharan por la Alameda prometida... Septiembre, un instante, un fragmento, una historia que se escribe día a día, en silencio, entre muchos y todos; llueve, a ratos llueve...

Víctor E. González (Chile).


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