RECINTO SAGRADO
Resuenan las campanas como en un
recinto sagrado.
Ahógame sin beber de mis labios la
última gota,
el exilio de mi piel invoca las yagas
supurantes del destierro.
Gotean estas yagas un olor espeso,
sediento, hambriento de tu piel.
Atízame
Quiero descender a la hoguera, morir en
el intento
sofocando mi pasión, devorando la tuya.
Rompe el yugo, sin ir más allá de mis
labios,
pero hurgando en el precipicio de tu
lengua.
Escrútame con tus manos como las
cigarras penetrando la noche
devorando el estío, la soledad
callejera,
la madriguera del silencio...
Capullo que cae sobre tu piel y exhala.
Habítame
Despacio, perdurando el efecto llamado
tiempo-espacio.
Tu mano, la mía, tus manos, las mías.
Tragando saliva, masticando el deseo,
abre tus piernas, paulatinamente,
insinuando, trepidando la hoguera,
déjame meter mis dedos, allá, así, sin
martizar la fuente,
la fulgurante melodía de tu voz que se
quiebra y humedece.
Jadea
Débil, pero como un delfín brincado
sobre la piel…
Montículo de tu carne que se eleva y
que mis labios muerden.
Tus senos aullando como manada de lobos
hambrientos.
Calla tu instinto con la punta de mi
lengua.
Saliva tu piel, saliva la mía.
Ese temblor que emerge y sangra,
afana, detiene, gime, ataca y vibra.
Piel que muere, pasión que me agota.
Arde
Quema la palabra y calla.
Háblame delimitando mi espacio y el
tuyo en un solo suspiro,
en palabras entrecortadas incitando
esta piel que arde y se fractura
como en la hoguera final bajo la sombra
del dintel de tu cintura.
Muéstrate, exhíbete, levanta tus manos,
tus senos,
separa tus piernas, río que arremete y
se convierte en cataclismo.
Gritas, arañas mi espalda, muerdes mi
cuello, te arqueas,
gimes,
hablas en susurros, te quejas y mueres
para volver a vivir en un silencio que
nos amarra y condena
nuestro amor al deseo.
Poséeme
Gildardo
Gutierrez Isaza (Colombia).
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