LUIS MANUEL PÉREZ BOITEL: VIDA PÚBLICA
DE UN POETA EN SILENCIO
La
dificultad o el posible hermetismo que se pueda encontrar en la poesía son solo
aparentes. Es necesario leer cada verso con espontaneidad, sin prejuicios, para
que se vuelvan transparentes. Ha de ser esta, la lectura desprejuiciada, la
única clave para penetrar en el universo poético que recurre a los pequeños
signos del pasado para elaborar, sin facilismos y falsos versos, en ocasiones
improvisados al azar, una sabiduría parecida al desasosiego.
Estas
palabras tienen su mayor parecido a Luis Manuel Pérez-Boitel, abogado/poeta, o
viceversa, el que se me antoja llamar viajero incansable que, con un aliento
plural, acorta distancias no solo lexicales, también entre ciudades utópicas y
rincones, aparentemente desaparecidas en el tiempo, sagrados en la memoria de
sus lectores.
Pérez-Boitel
deambula por las calles con el peso que reconoce su propia poesía, pero no
escapa de las miradas inquisitivas de Casal, Milanes, Martí, y otros tantos
poetas que bien lo alimentaron durante su niñez en Remedios, en su añorado
parque y a la sombra de la glorieta o mientras, en la Iglesia y bajo el rumor
atónito del resto de los niños, le dedicaba sus plegarias a la Virgen María o a la imagen del
padre observándolo desde un rincón de este mundo.
Es
esta una poesía renovadora, que abandona los senderos apacibles de todo
comprometimiento para atreverse a un discurso entrecortado, ríspido y a la vez
dulcificado por otro discurso vinculado a la sustancia misma de su poesía, la
que ejerce sus poderes desde la orilla del oído más que de la vista, es decir,
desde la música y el tiempo; las seductoras arenas de la melancolía y la
muerte.
Existe
en toda su obra cierto esplendor imaginístico que, a mi manera muy personal de
ver, es la parte más significativa de su obra. Aquí la poesía, su poder,
trasciende el orden de lo estético, aunque se mueve en sus aguas, siempre
aspira a un más allá o más acá de la belleza. La belleza representada en el
padre, en la madre, en su entorno urbanístico influenciado por el campestre y
por cuanto lo hace sentir un ser viviente, tal vez sea esta una de las mayores
verdades que se desprende de su obra.
Pero
lo que particularmente me seduce en la obra de Pérez-Boitel es el acorde
oscuro, aquello que siempre aparece como entredicho, lo que no termina de
decirse, a lo que yo diría que se trata de la sombra que generan sus poemas.
Espacio de indeterminación que es al mismo tiempo una vocación y una apuesta,
también una debilidad convertida en fuerza.
Me
gustaría, además, reiterar la profunda expresividad de su lenguaje, la fuerza
de su imaginación, la que califico de alucinadora, así como la pluralidad de
registros y de sentidos dentro de sus propios códigos que escapan a cualquier
orden interpretativo.
Ha
sido merecedor de disímiles premios, entre los que se destacan Casa de las
Américas, Fundación de la
Ciudad de Santa Clara, Ser Fiel, Calendario, Dador, Amor
Varadero y otros. Entre sus títulos, los que abarcan más de una docena, podemos
encontrar Aún nos pertenece el otoño, Unidos por el agua, Bajo el signo del
otro, Los inciertos dominios del escriba, Dibujo del agua, La oración del
inquilino, Para no quedar en el andén, Ciudades del invierno y La sagrada
estación. Su obra ha aparecido en países como Brasil, España, México, Puerto
Rico, Estados Unidos y Honduras.
He
aquí un breve acercamiento a Luis Manuel Pérez-Boitel, al abogado/poeta, o
viceversa. Al hombre que aporta otro punto de mira, otra arista que nos permite
visualizar la poesía desde un ángulo distinto: la humanística. Al hombre que
nos hace cómplice de su causa y nos murmura con sutileza al oído:
hazme
con el silencio un hombre imperecedero
para
alcanzar con las palabras el lugar
donde
debo morir.
Santa
Clara, 24 de septiembre de 2013
Luis Pérez de Castro (Cuba).
No hay comentarios:
Publicar un comentario