martes, 22 de julio de 2014

LUIS MANUEL PÉREZ BOITEL



LUIS MANUEL PÉREZ BOITEL: VIDA PÚBLICA DE UN POETA EN SILENCIO

La dificultad o el posible hermetismo que se pueda encontrar en la poesía son solo aparentes. Es necesario leer cada verso con espontaneidad, sin prejuicios, para que se vuelvan transparentes. Ha de ser esta, la lectura desprejuiciada, la única clave para penetrar en el universo poético que recurre a los pequeños signos del pasado para elaborar, sin facilismos y falsos versos, en ocasiones improvisados al azar, una sabiduría parecida al desasosiego.
Estas palabras tienen su mayor parecido a Luis Manuel Pérez-Boitel, abogado/poeta, o viceversa, el que se me antoja llamar viajero incansable que, con un aliento plural, acorta distancias no solo lexicales, también entre ciudades utópicas y rincones, aparentemente desaparecidas en el tiempo, sagrados en la memoria de sus lectores.
Pérez-Boitel deambula por las calles con el peso que reconoce su propia poesía, pero no escapa de las miradas inquisitivas de Casal, Milanes, Martí, y otros tantos poetas que bien lo alimentaron durante su niñez en Remedios, en su añorado parque y a la sombra de la glorieta o mientras, en la Iglesia y bajo el rumor atónito del resto de los niños, le dedicaba sus plegarias a la Virgen María o a la imagen del padre observándolo desde un rincón de este mundo.
Es esta una poesía renovadora, que abandona los senderos apacibles de todo comprometimiento para atreverse a un discurso entrecortado, ríspido y a la vez dulcificado por otro discurso vinculado a la sustancia misma de su poesía, la que ejerce sus poderes desde la orilla del oído más que de la vista, es decir, desde la música y el tiempo; las seductoras arenas de la melancolía y la muerte.
Existe en toda su obra cierto esplendor imaginístico que, a mi manera muy personal de ver, es la parte más significativa de su obra. Aquí la poesía, su poder, trasciende el orden de lo estético, aunque se mueve en sus aguas, siempre aspira a un más allá o más acá de la belleza. La belleza representada en el padre, en la madre, en su entorno urbanístico influenciado por el campestre y por cuanto lo hace sentir un ser viviente, tal vez sea esta una de las mayores verdades que se desprende de su obra.
Pero lo que particularmente me seduce en la obra de Pérez-Boitel es el acorde oscuro, aquello que siempre aparece como entredicho, lo que no termina de decirse, a lo que yo diría que se trata de la sombra que generan sus poemas. Espacio de indeterminación que es al mismo tiempo una vocación y una apuesta, también una debilidad convertida en fuerza.
Me gustaría, además, reiterar la profunda expresividad de su lenguaje, la fuerza de su imaginación, la que califico de alucinadora, así como la pluralidad de registros y de sentidos dentro de sus propios códigos que escapan a cualquier orden interpretativo.
Ha sido merecedor de disímiles premios, entre los que se destacan Casa de las Américas, Fundación de la Ciudad de Santa Clara, Ser Fiel, Calendario, Dador, Amor Varadero y otros. Entre sus títulos, los que abarcan más de una docena, podemos encontrar Aún nos pertenece el otoño, Unidos por el agua, Bajo el signo del otro, Los inciertos dominios del escriba, Dibujo del agua, La oración del inquilino, Para no quedar en el andén, Ciudades del invierno y La sagrada estación. Su obra ha aparecido en países como Brasil, España, México, Puerto Rico, Estados Unidos y Honduras.
He aquí un breve acercamiento a Luis Manuel Pérez-Boitel, al abogado/poeta, o viceversa. Al hombre que aporta otro punto de mira, otra arista que nos permite visualizar la poesía desde un ángulo distinto: la humanística. Al hombre que nos hace cómplice de su causa y nos murmura con sutileza al oído:
hazme con el silencio un hombre imperecedero
para alcanzar con las palabras el lugar
donde debo morir.

Santa Clara, 24 de septiembre de 2013 

Luis Pérez de Castro (Cuba).


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