CATACLISMO
Avizorando el tiempo como la caja de pandora,
resguardando la expiración bajo el amparo del silencio
navego en tu piel, urdiembre de mi sed, avatar de mis
deseos.
De aquel augurio casi místico y soterrado
que emerge paulatinamente hasta llegar a mi boca
he presentido la desventura.
¡Cataclismo!
Grita el viento abriendo sus manos en círculos
concéntricos,
mientras mi sangre fermentada como lava
se estremece y hondea llena de deseo al sentir la
punta de tu lengua
afilando el sendero donde cortarás en cruz mi pecho
para luego morir.
Quiero poseerte, tenerte más que en mi piel,
o en la bóveda de mis manos;
Más allá de un simple acto de lujuria
(Homilía ancestral de la profanación),
eso sería poco o nada,
quiero poseerte
más que en el suave contacto de la piel con la piel,
curtimbre de un sueño que se evapora cuando voy
descendiendo
y ascendiendo como la ola sobre la cresta del
crepúsculo que dormita en tu ser.
Quiero poseerte más allá del beso repentino, oscuro o
lascivo.
Quiero formar un montículo, un oasis movedizo donde
mis manos
hurguen tus senos,
tus muslos;
Derrumbar cada barrera,
el horizonte de tu
pubis y bajo las sombras de tus caderas
izar la bandera colmada de gritos insaciables.
Tu boca en la mía traspasando las fronteras de lo
indecible,
de la saliva que agiganta el deseo,
que desciende por la comisura de los labios calientes,
incitando al pecado, a la lujuria carismática de dos
cuerpos entretejidos
en un pentagrama sin sonidos y voces concretas.
Gutural espejismo de mi piel haciendo arcadas de fuego
en tu pubis que se abre,
que se dilata como caracola marina…
Remembranza que traspasa la elipsis
dejando escapar en cada quejido la vida;
Trasmutando y volviendo a nacer después de morir en
espasmos sangrientos,
en orgasmos que dejan la piel en jirones
en una sinfonía incompleta, anhelante de un renglón
de una nota sagrada cual espino santificado.
Allá bajo, la piel que se esconde entre tus muslos
como fruta salvaje,
como planta carnívora deja escapar aquella dulce y
almizclada fragancia
que incita mi espíritu a romper el dique,
a dejar mi barca para anclar en la tuya
y en un solo e imprescindible acto de amor y pasión
morir y renacer eternamente sin que la luz opaque el
brillo del candil
que se encenderá de nuevo una mañana, una tarde
en cualquier lugar tu piel y la mía
Gildardo
Gutierrez Isaza (Colombia).
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