LA LUCIDEZ
La lucidez es
un estado de ánimo doloroso. Estar lúcido implica “conocer” en su sentido más
amplio. Es percibir hasta en las menores cosas las distintas facetas de la
vida. Es una duermevela, una vigilia en medio de la noche.
Estar lúcido es
alcanzar un nivel de conciencia trascedente que provoca la complejidad del ser
y sus circunstancias. Es ver claramente, como decía Pablo, Apóstol de
Jesucristo, no por un espejo, sino cara cara. Es no intuir la entropía sino abarcarla
en su conjunto con todo lo que ello implica.
Estar lúcido es
asimilar la esencia del conocimiento primordial. Es un abarcar en la milésima
de un segundo las viejas claves perdidas en el tiempo. Y saber de veras. Saber que el equilibrio supremo está en
soportar las vicisitudes cotidianas con una mirada “más allá del bien y del
mal” al decir de Nietzsche, el más atroz de los desesperados.
Estar lúcido es
alcanzar el punto culminante del hombre y de las cosas. Es el “estar
iluminado”, es el “entender” soportando los mayores dolores con los más
desenfrenados placeres. Es estar abierto al Todo, al Todo, así con mayúsculas.
Y es aterrarse por ese conocimiento que alguna vez estuvo vedado a los hombres,
pero que algunos lograron alcanzar.
Estar lúcido es
traspasar los umbrales de lo cotidiano. Es ver más allá. Es “aprehender” de una
forma total, circular. Estar lúcido es descarnarse. Ser un atalaya en la
soledad como Ezequiel, profeta en medio de Israel.
Saber las
verdades y tolerar ese conocimiento que puede ser atroz, es estar lúcido.
Porque es ver hacia adentro y hacia afuera al mismo tiempo. Es “asir” lo
inasible. Es “vivir de veras”. Es
ver sin los celajes de la costumbre.
Alejandra
Pizarnik, esa gran desesperada de nuestra literatura lo supo. Es que los
artistas alcanzan ese estado pavoroso de lucidez. Por eso escribió: “La lucidez
es un don y es un castigo, está todo en la palabra, lúcido viene de Lucifer, el
arcángel rebelde, el demonio. Pero también se llama Lucifer, el lucero del
alba, la primera estrella, la más brillante, la última en apagarse. Lúcido
viene de Lucifer, y Lucifer viene de Lux y de Fergus que quiere decir, el que
tiene luz, el que genera luz, el que trae la luz que permite la visión
interior, el bien y el mal, todo junto: el placer y el dolor. La lucidez es un
dolor y el único placer que uno puede conocer, lo único que se parecerá
remotamente a la alegría, será el placer de ser consciente de la propia
lucidez, el silencio de la comprensión, el silencio del mero estar, en esto se
ven los años y en esto se fue la bella alegría animal”.
Han alcanzado
esa lucidez, entre otros, los místicos y los locos. Por eso es que la lucidez
pocas veces se perdona y que a algunos ha llevado al ostracismo o al cadalso.
Jorge Castañeda
(Argentina).
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