domingo, 25 de julio de 2010

PEDRO PIÑONES DÍAZ

LA QUINTRALA Y EL CULEBRON DE LAS GUÍAS

Para narrar el ayer de mi tierra he recorrido por dimensiones extrañas, llenas de crueldad, explotación y dolor, pero sin duda una dimensión de la historia de mi país y especialmente del Valle de Aconcagua.

He buscado casi con desesperación los retazos de la historia no contada, presente en los relatos de los abuelos, de los antiguos de mi propia memoria.

Una de las fuentes más ricas es la de los mitos y leyendas de mi tierra, con ellas se construye un imaginario, una tradición una forma de explicar las cosas que simplemente no tienen explicación lógica o de narrar y denunciar las injusticias más grandes contra la humanidad que esta tierra haya conocido.

Es a través de estos relatos que escuchan atentos los niños de Cabildo y de los alrededores del fundo de Ingenio, además de los agricultores cercanos. Historias a veces no conocidas, como resultado de una infancia que no está ligada a sus raíces.

I

El Culebrón de la quebrada “Las Guías” de Cabildo

No me acuerdo muy bien si fue por curiosidad o un poco de interés que escuché sobre la suerte de un joven en la Quebrada de “Las Guías” en Cabildo y esta historia es la que trataré de contarles aprovechando un minuto de inspiración. Aunque para ser franco les puedo contar, que esto pasaba en una época bien enojosa en Chile, cuando yo andaba lejos en otro país acogido como muchos otros, confundido y cosechando la incertidumbre. Recuerdo que estaba terminando mi libro Lágrimas al Sur del Mundo, eran tiempos indefinidos cerca de las rocas alpinas esculpidas desde el periodo de pigmento, y que nos entregó esta majestuosa naturaleza a la que tanto daño le hemos hecho.

La historia a la que me refería comienza así:

Juan era pobre, minero, poeta y cantor. También era responsable del aparato armado del partido, era como se definía él, “un malulo” que quería echar a la fuerza al dictador. Recordemos que en esa época ocurrían muchas cosas o dolores en el país, los espacios comenzaban a radicalizarse y las posiciones políticas también. Como la dictadura no parecía terminar, las organizaciones de resistencia civil llamaron a utilizar todas las formas de lucha para acortar el periodo dictatorial. Juan era el responsable del aparato militar de su partido, o bien ese cargo se conocía como seguridad interna y después se llamó 123, por ser tres los responsables

Juan tenía un hijo, al que llamaremos Yolito, y como toda familia pobre, ellos no podían comprar gas ni pagar la electricidad, ya que la vida les era difícil. En esos tiempos había que subir y recorrer los cerros para reunir y cargar pesados atados de leña seca, para hacer humear la cocina. No importa si no había nada para comer, pero cuando el humo salía de esa casa, se sabía que al menos algo estaban comiendo, por eso que era de suma importancia subir al cerro todos los días.

Este trabajador esforzado y su familia vivían en casas de tablas y cartones, eran de la gente de clase obrera, que se las ganó luchando por algunos metros de tierra. Así esa población fue creciendo, allí fue donde pasamos momentos maravillosos, junto a los amigos con los cuales compartíamos el juego del fútbol y la pasión política. Como sabemos en esos tiempos la situación política era peligrosa, ni siquiera se vislumbraba un futuro de democracia. En el aspecto laboral era aun más terrible, la mayoría de los chilenos sin empleos, las casas eran asediados por la bota militar y los problemas cotidianos detestables del hambre.

En este mundo de injusticias Juan intentaba salir adelante y luchar contra la mano opresora, y lo hacía en la clandestinidad. Por las noches salía a entregar de mano en mano propaganda y comunicados de la resistencia. “Era bien malulo este chileno”, se decía a sí mismo, pero estamos de acuerdo en que había que ser muy valiente para ponerse a trabajar por la Resistencia Nacional contra el oprobio.

Pedro Piñones Díaz (Chile).

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