lunes, 27 de diciembre de 2010

VÍCTOR E. GONZÁLEZ

ENSAYO

La palabra
libertad, los
sueños, el mar y
algunos versos
sobre la
posibilidad de
ser una ventana,
un árbol, una
gota de agua o
una sombra
infinita…

Víctor E. González
Taller Literario y Poesía
PRAIS
Febrero 2009

“El tiempo es un árbol
con ramas que se ignoran,
pero si de súbito, iluminándolo,
la tempestad de la poesía crece,
el árbol se encuentra consigo mismo,
las zonas más lejanas se tocan y se palpan,
la rama de John roza mi rama,
huelo sus hojas,
me empapo en su lluvia,
entreveo, antes que la bonanza se la lleve,
el color de un fruto suspendido
en el extremo…”

Julio Cortázar
Imagen de John Keats, 1952 [1]

“Si he de vivir sin ti, que sea duro y cruel;
ateridas las manos, desgarrados los sueños;
que en la mitad de la noche
se alce la sombra sin sombra;
ladrándome su nombre desgajado,
sus ojos sin lágrimas y en mis dedos el dolor
eterno de las sábanas de un muerto.
Sin paz, sin su nombre
que no olvido…”

Víctor E. González
Fragmentos, CAS 2004 [2]

“Es este observatorio un lugar cóncavo;
en él caben los libros y los mares,
las ciudades, las islas y los hombres.
A su modo, contiene el infinito.
He optado por quedarme del lado de su centro:
Assajant sempre cercles.
Intentando encontrar el que, dudoso,
pudiera al fin llamar
el convincente…”

Álvaro Valverde
Composición de lugar II, 1995 [3]

“Para mí la realidad es lo que queda cuando ha desaparecido
toda la realidad, cuando se ha quemado
la memoria de la costumbre,
el bosque que impide ver el árbol.
Sólo podemos aludirla vagamente,
soñarla o imaginarla…”

Augusto Roa Bastos, 1990 [4]

Ensayemos algunas ideas respecto de “la libertad”; palabra de cuya existencia poco se sabe y mucho se especula. Concepto desbordado de historias, memorias, sueños; libertad de mares agitados, de versos temerarios, incesantes e inclaudicables. Ensayemos una mera posibilidad especulativa repasando (imitando quizá) las batallas épicas narradas para nosotros por Homero; recorriendo campos fértiles, generosos, emotivos entre magnas araucarias y pueblos sencillos; ¿cuándo somos libres de verdad? Quizá sólo y únicamente en el silencio de nuestras vidas…

Al modo del silencio, en el origen de la vida, acontece la pregunta sin respuesta; luego se suceden las lluvias, la espera, el tiempo que transcurre en soles y lunas. Todo parece infinito, continuo, eterno. ¿Es el silencio realmente silencioso? No hay respuesta en medio de la noche y sus ecos.

La urgencia de la ¡libertad! pone en pie montañas, monumentales esfinges aún no creadas; a lo largo de la vida  los otoños precedieron primaveras y luego los campos embellecidos de colores y formas tejieron la memoria de los seres. ¿Cuántas veces creímos ser libres y sin embargo no lo fuimos? Sólo una palabra soñada en mil lenguajes, escrita con trazo urgente, imaginada en vuelos, en travesías magnificas por los siete mares de la historia.

Un silencio esencial preñado de ecos, desbordado de ansias y huellas; batallas más allá de las fronteras conocidas; un amor secreto en secretas esperanzas. Silencio de epifanía, de iracunda verdad proscrita. Algo acontece más allá del lenguaje y entonces somos una lagrima, un beso, una caricia, un rayo enceguecedor;  pareciera entonces que somos la ausencia, la imposibilidad del tiempo ya sin tiempo. Todo va más de prisa que mis pasos…  Y sin embargo creo “ser libre”. Así como ayer y antes, en otras vidas quizá, imaginé la presencia del rostro más allá de todos los rostros; una caricia tímida dibujando mis dibujos, atesorando mi sombra, desgarrando las cadenas que apresaban mis pasos. Imaginé la tormenta del parto alguna vez:

Ya es hermoso este día, el cariño de mis hijas e hijo, el de mi madre y mi padre; el silencio que escribe en mi piel historias y afectos, cariños y besos... Los amigos y amigas que me abrazan y al hacerlo, el tiempo entra en otro tiempo, en laberintos delirantes de mil batallas que no olvido; en combates memorables que emocionan... Todos los fuegos deslumbrando en barricadas populares; fusiles justicieros, antorchas que iluminan nuestras calles sencillas...

Cuando nací -dice mi madre- llovía, un invierno de sures y pueblos; cuando nací, en otra parte del mundo, un hombre y su saxofón conjuraban libertades, sueños y esperanzas para su raza de negros y mandingas; cuando nací había marchas y marchantes, proyectos populares gestándose en cada gesta. Había obreros altivos, consecuentes, guerrilleros en selvas verdes y lluvias tropicales; había banderas roji-negras, verdes de estrellas y fusiles rojos; había bolcheviques bellos y hermosas katiuskas; había Villas y Zapatas, había Rulfo y Cortázar; había Dalton y Canetti; había Kafka extraviado en imaginaciones; había novelas infinitas, cuentos estremecedores, poemas sobrehumanos plenos de amor... Cuando nací todo cabía en un beso, en un puño, en un trozo de pan, en un grano de arena, en una piedra justa, en un sol de promesas, en una luna de lobas; había amantes y amores, había campos y campesinos, había praderas y llanos y tundras y valles...

Hoy, cientos de años después, hay coraje, voluntad, orgullo, recuerdos, míticos viajes; fascinantes seres; magníficos luchadores, combates dignos e imborrables. Somos aquello que persiste, lo que no se rinde sino que resiste aún con versos, con lágrimas, con lluvias y desconciertos. Es bueno estar aquí, al modo del silencio de un beso y con ello desatar un alud de mariposas libertarias...” [5]

Resultará entonces necesario preguntarle al maestro de los “Essais”, Montaigne [6], qué puede él decir respecto de la ¡libertad!; a caso sea un delirio, un estado
improbable de las cosas. Tal vez todo siempre sea imaginación, la realidad misma un desvarío de la noche. Al decir del gran Dante:

“Cuando vi a aquel en ese gran desierto /«Apiádate de mi -yo le grité-, seas quien seas, sombra a hombre vivo.» / Me dijo: «Hombre no soy, mas hombre fui, y a mis padres dio cuna Lombardía pues Mantua fue la patria de los dos / Nací sub Julio César, aunque tarde, y viví en Roma bajo el buen Augusto: tiempos de falsos dioses mentirosos / Poeta fui, y canté de aquel justo / hijo de Anquises que vino de Troya, cuando Ilión la soberbia fue abrasada./ ¿Por qué retornas a tan grande pena, y no subes al monte deleitoso que es principio y razón de toda dicha?» / « ¿Eres Virgilio, pues, y aquella fuente de quien mana tal río de elocuencia? -respondí yo con frente avergonzada- / Oh luz y honor de todos los poetas, válgame el gran amor y el gran trabajo que me han hecho estudiar tu gran volumen / Eres tú mi modelo y mi maestro; el único eres tú de quien tomé el bello estilo que me ha dado honra / Mira la bestia por la cual me he vuelto: sabio famoso, de ella ponme a salvo, pues hace que me tiemblen pulso y venas.» [7]

Parece entonces que la palabra “libertad” naufraga entre tantos rincones imaginativos; se extravía en senderos quejumbrosos; llueve en nuestros huesos añosos, las calles se quedan en silencio, ha llegado la noche eterna que entra por la ventana dibujada con trazos torpes. La ciudad, sus calles, el barrio que antes jugó mis juegos; el abismo entre ella y yo, silencio, silencio… No estoy libre del hechizo supremo de soñar, de inventar mis combates y mis heridas: miro por la ventana y veo árboles enormes que se mecen con el viento, en el fondo se alza la gran montaña, un camino de tierra, una huerta, algunas mariposas o quizá sólo abejas que trabajan sin descansar. Un cielo maravillosamente azul, pedazos de nubes dispersos como mis pasos en la celda. Recuerdo entonces un verso escrito en la puerta que no se abre:

la noche se desliza suavemente hasta mis pies, besa mis huesos, susurra su voz con olor de muerte, me abraza, me posee, me abandona. La noche y sus besos…” [8]

Pero hablemos de libertad, de sueños, del mar; de la libertad como “conciencia” y posibilidad emancipadora; del estado mismo de ser libre, romper cadenas, conquistar llanos y llanuras, cruzar mares hasta nuevos mundos, habitar poemas, silenciosos, frágiles, fragmentarios como si cada palabra tuviese que librar una batalla, la inefable e ineludible batalla “por la libertad”…

La libertad, por lo demás -y especialmente la libertad del espíritu- tiene más de rito y ceremonia que de evidente estado de las cosas; un águila que migra entre montañas, un puma que habita nieves, un guerrero olvidado que reclama tierras memoriales. Libertad como escritura de las pieles, sus colores que antes la condenaban ahora la reclaman libertaria; razón de Ser, existir, sollozar, sucumbir ante todo lo imposible; un gemido poético en el follaje. 

Ahora un recorte, un paisaje incierto de mis recuerdos, un espejismo a caso no un delirio:

Domingo en mi pueblo... un pretencioso sol intenta ganarle al frío que llega envuelto en una brisa leve pero intensa y que baja desde las montañas nevadas, blancas, altivas, monumentales que forman un foro de atalayas cercando mi pueblo de historias y memorias. Allá a lo lejos, entre los cerros de Vizcachas y Pirque, el paso por donde rebeldes y libertarios, montoneros y forajidos cruzaban Los Andes. Más al sur, entre Lo Arcaya y El Principal (rinconada de potreros y viñedos) algunas casas ilustres de también ilustres personajes: casa de la familia de Vicente Huidobro; casa de la familia Concha y Toro; casona de doña Javiera Carrera... Y una casita pequeña, modesta, humilde y sencilla hecha de adobes (barro y paja) y pedazos de ramas y palos; en medio de un casi infinito potrero de espinos y arbustos; en el fondo (mirando hacía la gran montaña "punta nevada") un riachuelo que es un brazo del Clarillo (tributario del Maipo) que desciende desde las nieves. Aquí vive un amigo mío, allí han vivido por años todos ellos, su familia: Leal Cartagena. Ellos fabrican "carbón de espino"... En mi lado de la ciudad "moderna" las únicas voces que por esta hora se escuchan son las de los perros que aúllan y ladran sin parar. En el quillay de la casa se han dado cita un centenar de pajarillos revoltosos: gorriones pendencieros, jilgueros arrogantes, zorzales trasnochados, un par de catitas libidinosas, parece que un loro borracho y despistado, un tordo que la trabaja de incógnito, una paloma hippie y un chercán enamorado... Desde el techo miran con cierta maldad felina unos gatos, quizá con la secreta esperanza de comerse a una de las catitas...

Entonces todo parece tranquilo, normal, cotidiano. La vida se despliega entre imaginaciones y sueños; la realidad es parte de lo real y ésta habita toda imaginación. Estoy aquí escribiendo pero quizá no esté aquí escribiendo; puedo ser allá un beso, un suspiro, un recuerdo; puedo ser ahí un susurro, una caricia, una palabra secreta en secretos misterios; puedo ser una historia, un relato, una grieta en la pared por donde se cuela un rayo de luz, una fantasía de amantes, un cuerpo desnudo abrazado a un cuerpo desnudo. Un libro de infinitas páginas, cientos de miles de signos dispersos en cientos de miles de cielos..." [9]

No importa que el tiempo sea cruel y salvaje; no importa la verdad al final del día; no importan los laberintos, las calles...Aceptar Provisional Rechazar Calendario Aceptar Provisional Rechazar Calendario los relojes de arena sin arena; no importa su silencio eterno y las palabras que no dice; no importa que no sea yo la sombra o sus huellas; no importa que me destierren hasta dos libros y una biblioteca; no importa que no digan nada o que lo digan todo de manera brutal y abrumadora.... No me canso de seguir a la luna, de aguardar estrellas infinitas o de extraviar mis sentidos entre nìnfulas y doncellas; al final de la vida, cuando la noche es más noche que ayer, una pregunta que me habla o que yo la pienso: ¿qué es la libertad?

Mil años han pasado en este desvelo infatigable de humanos seres, lluvias y tormentas; silencios y soledades; caminos y ciudadelas olvidadas. Han pasado sombras cerca de mi sombra sin asombro; han pasado gestos de mesa en mesa, desbordándolo todo de mujer, de fantasía eterna. Mil años, mil noches, mil lunas en mil aullidos de loba; peregrinos viajes, multitudes abanderadas y desnudas de egoísmos; pasiones generosas de generosos seres; una pasión prohibida ha pasado de palabra en palabra, de verso en verso, de tarde en tarde hasta el ocaso de la vida... Mil cantos en mil voces y su nombre dibujado levemente en un sueño maravilloso... Seré breve, fugaz, repentino; un buen día será dibujada en las paredes; un abrazo intenso y emocionado, una silenciosa palabra que haga justicia; un verso clandestino multiplicado en la ciudad... Será un beso, leve, tímido, susurrado; una proclama libertaria que cabalga praderas y llanos; una fogata que incendia noches y dibuja estrellas solitarias. Será un viejo conjuro que da vida a los caídos, la frase certera del fúsil justiciero; será el que no olvida y reclama. Una página escrita en cientos de lenguas ancestrales: ¡Libertad, libertad!  ¡Inche Kaiche! ¡Inche Kaiche!....

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Víctor E. González (Chile).

[1] Julio Cortázar, Imagen de John Keats, Editorial Alfaguara, Buenos Aires 1996
[2] Víctor E. González, Fragmentos, autoedición, Cárcel Alta Seguridad (CAS), Santiago, 2004
[3] Álvaro Valverde, Composición de lugar II, ediciones Aguilar, Madrid, 1995
[4] A. Roa Bastos, en “Augusto Roa Bastos”, Anthropos, 1990
[5] Víctor E. González, “Cartas, notas, recortes…”, 2004 - 2008
[6] Michael de Montaigne, Essais (1571 – 1592); según la edición de Marie de Gournay, Colección Ensayos, Barcelona, 2007
[7] Dante Alighieri, La Divina Comedia, Homo Legens, Florencia, 2002
[8] Víctor E. González, “Cartas, notas, recortes...”, 2004 - 2008
[9] Víctor E. González, “Cartas, notas, recortes...”, 2004 -2008

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