lunes, 13 de enero de 2014

VICTOR ESCOBAR



LA PROFE

Tenía la cara más bien redondita
con esos anteojos grandes
o, tal vez, la nariz pequeña

tenía la voz dulce y armoniosa
sus manos ágiles en la pizarra,
sus letras valles y hondonadas

tenía una risa grácil y bella,
era más bien llenita,
soltera hasta el final de sus días

tenía sus cabellos siempre atados
nunca le vi los cabellos libres,
vestía un poco antiguo para su edad

tenía un perfume reconocible
en los pasillos y en su casa
donde con una hermana vivía

tenía un hermano más viejo
que lo veía cuando, con mi hermano,
ella nos invitaba a su salón

tenía de esas risas no osadas
ni estridentes, era bien criada,
muy señorita, mi Profe

tenía un bello nombre,
Elena se llamaba
como aquella de la Guerra de Troya

tenía un paso ágil y firme
su carácter como de una gallina
y nosotros a su rededor jugando

tenía un algo de celeste,
algo escondido, y que nunca he sabido:
era alegre, risueña y severa

tenía en la puerta de su casa
una mano de hierro para anunciarse
y era grande y muy brillante

tenía lo maternal palpitante,
nunca la vimos con otras crías
ni a su hermana ni a su hermano

tenía unos ojos que todo perdonan,
un corazón gigante que nos aceptó,
si hasta un balón grande nos regaló

tenía mi Profe fe en lo que hacía
en lo que enseñaba,
en los libros y en los cuadernos

tenía, Elena, una vida trunca
que cuando niño no entendí,
era cuerpo y alma Profesora

tenía esa virtud de pocos,
esa creencia en el ser humano
que nos hacían soñar mundos

tenía el labio de hombre virgen
y el alma llena de hijos,
era soltera la Profe Elena

tenía, tal vez, o tuvo sueños
de maternidad y así nos trataba
como hijos y como alumnos

tenía la piel cansada
de tizas y lápices y de hijos
que no fueron los suyos

tenía la ternura de su estirpe,
aquella que se deja de lado
para enseñar y entregar todo

tenía, Elena, la vocación,
mi profesora primera
mi Profesora Primaria

Paris - Francia

Víctor Escobar (Chile).


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