LA PROFE
Tenía la cara más bien redondita
con esos anteojos grandes
o, tal vez, la nariz pequeña
tenía la voz dulce y armoniosa
sus manos ágiles en la pizarra,
sus letras valles y hondonadas
tenía una risa grácil y bella,
era más bien llenita,
soltera hasta el final de sus días
tenía sus cabellos siempre atados
nunca le vi los cabellos libres,
vestía un poco antiguo para su edad
tenía un perfume reconocible
en los pasillos y en su casa
donde con una hermana vivía
tenía un hermano más viejo
que lo veía cuando, con mi hermano,
ella nos invitaba a su salón
tenía de esas risas no osadas
ni estridentes, era bien criada,
muy señorita, mi Profe
tenía un bello nombre,
Elena se llamaba
como aquella de la Guerra de Troya
tenía un paso ágil y firme
su carácter como de una gallina
y nosotros a su rededor jugando
tenía un algo de celeste,
algo escondido, y que nunca he sabido:
era alegre, risueña y severa
tenía en la puerta de su casa
una mano de hierro para anunciarse
y era grande y muy brillante
tenía lo maternal palpitante,
nunca la vimos con otras crías
ni a su hermana ni a su hermano
tenía unos ojos que todo perdonan,
un corazón gigante que nos aceptó,
si hasta un balón grande nos regaló
tenía mi Profe fe en lo que hacía
en lo que enseñaba,
en los libros y en los cuadernos
tenía, Elena, una vida trunca
que cuando niño no entendí,
era cuerpo y alma Profesora
tenía esa virtud de pocos,
esa creencia en el ser humano
que nos hacían soñar mundos
tenía el labio de hombre virgen
y el alma llena de hijos,
era soltera la Profe Elena
tenía, tal vez, o tuvo sueños
de maternidad y así nos trataba
como hijos y como alumnos
tenía la piel cansada
de tizas y lápices y de hijos
que no fueron los suyos
tenía la ternura de su estirpe,
aquella que se deja de lado
para enseñar y entregar todo
tenía, Elena, la vocación,
mi profesora primera
mi Profesora Primaria
Paris - Francia
Víctor
Escobar (Chile).
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