sábado, 16 de enero de 2010

EZEQUIEL CÁMARA

MOTOPARASITO

Se pone el casco. Agarra la moto. El jefe le dice:
-Moto Diez le pagaré un peso por envío.
Enciende el motor. (Es un ruido soberbio). Arranca a toda velocidad. No piensa. Solamente hay que entregar el pedido.
Entre medio de dos colectivos logra meterse. Logra llegar al destino ordenado. Entrega el pedido. Vuelve de forma desesperada, para que le encomienden otro encargo.
Sale con todas sus fuerzas. Atropella un espejo de un auto. El conductor le grita, él sigue. (Hay que cumplir con el deber).
Después de terminar su “jornada” con embotellamientos, sirenas de ambulancias, bocinas, gritos aglomeraciones de gente. Las propias piruetas que hace Moto Diez, arrancando espejos a los autos, amagando a la gente con brutal ceguera vuelve a su casa.
Come un pancho con mostaza. Prende la televisión. El conductor del programa dice con risa hueca:
-¡No hay nada mejor que reírse de uno mismo!
Moto diez se ríe con angustiantes carcajadas.
A la mañana, se levanta a toda prisa. Toma un vaso de leche a grandes tragos. Se viste lo más rápido que puede. Se pone el casco, sale. Cuando llega le dan seis pedidos para entregar en tan solo tres horas. Arranca, entra por el micro centro tocando bocina, gritando barbaridades a toda persona que se le cruza. Pasa los semáforos en rojo, arranca un par de espejos. Nuevamente se mete entre medio de dos colectivos arriesgando su vida para cobrar seis pesos.
Llega de noche, termina de entregar los pedidos (ganó diez pesos). Se va a una pizzería (está llena de gente). Se sienta en los bancos que están alrededor del mostrador. Pide una porción con una cerveza mientras come o trata, la gente se agolpa encima del mostrador para ordenar sus pedidos. Al lado de él hay un par de personas gritando: ¡Seis empanadas, una pizza completa! (hay música que es una especie de música tecno).
Llega a su casa, se acuesta. El vecino tiene el televisor a todo volumen (logra dormirse).
A la mañana como es Domingo se queda todo el día en la cama mirando programas de cumbia. Al otro día vuelve con los pedidos. ¡Velocidad, bocinas, embotellamiento, amague de atropellar a la gente! A moto diez lo que más le gusta es cruzar el semáforo en rojo en la Avenida nueve de Julio y amagar que va a atropellar a la gente. Le da placer como si tuviera un poder sintiendo el miedo de la gente. Acelera a fondo. Deja un vendaval de tizne en el aire. Se mete por San Telmo. Llega a un café, deja un paquete. Arranca, anda por la vereda. Roza a un peatón que empieza a gritarle. Él sigue y acelera lo más rápido que puede. Llega a la plaza Miseree. Deja la moto en un palo de luz con candado. Se acerca a un puesto de panchos, compra una coca y una salchicha (le pone mucha mostaza) Mientras come camina. La gente se cruza a gran velocidad. Moto diez se tira al piso, se saca las botas. Observa los colectivos, las sirenas de las ambulancias, las bocinas de los coches, las demás motos haciendo las mismas piruetas que él, las personas que corren. Queda aturdido. Siente mucho cansancio, como una especie de flojedad de la planta de los pies hasta la cabeza; se le cierran los ojos. Unas horas después se despierta (se siente como nuevo). Agarra la moto, acelera lo más fuerte que puede. Sin respetar el semáforo llega a la avenida Libertador, sabe que ya es una jornada perdida. Solamente tiene cinco pesos del día de ayer. Arranca rumbo a su hogar. Cuando llega ve que hay un cartel en el ascensor que dice “No funciona” Sube por las escaleras. Cuando llega a su departamento va a la cocina, abre una caja de comida para el microondas. La pone a calentar. Cuando está lista la cena la lleva a la mesada, agarra los cubiertos y saca una botella de cerveza.

Ezequiel Cámara (Argentina).

1 comentario:

  1. Quería aclararles que el cuento continua...
    Luego les mandare la otra parte...

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