sábado, 26 de junio de 2010

EDMUNDO TORREJÓN JURADO

RECORDATORIO DEL POETA PABLO NERUDA (*)

Respetable concurrencia:

Respondiendo a la amable invitación que me cursaran los residentes chilenos en Tarija, tres hechos justifican mi presencia en este recinto.

El primero, mi abuelo paterno, Dn. Alejandro Torrejón Alcayaga, consanguíneo de Dña. Lucila Godoy Alcayaga – Gabriela Mistral – fue chileno.
Él, que había bebido su niñez y juventud en el ubérrimo valle del Elqui, cambió aquel por las sacrosantas tierras del Guadalquivir, fundando una familia de profunda raigambre chapaca, tanto que, en su deambular edificante que lo llevara a ser hasta Presidente del Honorable Consejo Municipal de Tarija, dejó alguna que otra huella por su profunda vocación de servicio.

El segundo, dar fe, de que las tiranías no sólo asesinan con la metralla. Al poeta chileno Pablo Neruda lo mató el régimen autoritario que se auto-implantó en su patria el año 1973.

El tercero, elevar una invocación en nombre de la profunda hermandad de los pueblos chileno y boliviano, para que podamos abrir juntos, un sendero de respiro, para esta mediterraneidad que a Bolivia la ahoga y la confina.

Si para saber qué es el hombre, se partiese de la propia individualidad o de la historia universal, es indudable que no se llenarían los requisitos de su posible intelección. Pero entre los extremos de la exigüidad individual y la vastedad borrosa de su figura perdida en el devenir del mundo, el ente trascendente, constituiría un término medio capaz de realizar la justa comprensión de su ser.

De esta dualidad se deduce también, que mientras mayor sea la capacidad de un hombre para modelar los giros de la historia y cuanto mayor sea su entrega para tratar de forjar los destinos de sus semejantes, mayor será la intensidad luminoso-espiritual de su faro-guía.

Alguna filosofía gnóstica denomina a estos seres superiores avatares.

Neruda en su vida y en su obra poética fue un venero incandescente, un verdadero mensajero de los dioses.

Y aunque su poesía registró varias etapas: Postmodernista de acentuado tono romántico (“Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada”), superrealista en “Residencia en la Tierra”, épico en su “Canto General” (fruto de su anexión al Partido Comunista); coloquial en “Estravagario”, para terminar consolidando su voz definitiva (“Cantos Ceremoniales”, “Memorial de la Isla Negra”, “La Barcarola”), caracterizada por una síntesis de soledad y solidaridad, magia y realismo, biografía sentimental y crónica histórica, su objetivo mayor fue el de hacer de la poesía un saber dinámico, vigoroso, apto para esclarecer y conducir la existencia humana, al igual que para adaptarse a los más sutiles y complejos mecanismos de la vida.

Su legajo o mensaje mayor fue, a no dudarlo, el hacernos comprender, de cuan negativa y peligrosa es la actitud de quienes, por el imperativo de la falsa pureza, aíslan la poesía de la vida.

Neruda permanece tan vigente y eterno, como el aire o el sol, el agua o la tierra.

¡Cuántas enseñanzas nos sigue legando en esa su reivindicación del sentido originario de la sabiduría del amor!

¡Cuánto su empeño en proporcionarnos una imagen viva, actual y objetiva de la realidad natural e histórica!, sin deformaciones preciosistas, ni forzados hermetismos, ni aislamientos infecundos.

Dejando de lado todo complejo de incontaminación, deponiendo todo retraimiento especulativo, su poesía propone la plena comprensión de la vida y la traducción de sus conclusiones por rigurosas que ellas sean.

Su mensaje, aúna los lenguajes de la existencia, con metáforas directas y sencillas y no por ello menos profundas; enarbolando siempre los grandes sistemas del pensamiento, evitando todo vocablo superfluo, sendas oscuras o sinuosos rodeos.

Ciudadano del mundo, para Neruda la tierra no es pues en su universo poético, un mero símbolo, una mera imagen más de las tan prestigiosas de su poesía, tampoco es por cierto el simple nombre del planeta que habitamos; es el fondo indiferenciado pero al mismo tiempo real de todo cuanto existe, en su amplitud regido por una implacable ley: el sino; y animado por una fuerza que le asegura además, la perduración, su vivacidad infinita: el amor.

Cuando pensamos en Neruda, lo pensamos adosado a la tierra, a los hombres, a las sensaciones y a los problemas de los hombres.

Neruda es vida y es poesía.
Como sostiene Mario de Lellis: “poesía que sale a borbotones, agua pura saltando del corazón, paradigma de amor a la verdad; con una vitalidad superlativa, capaz de derribar cánones de intelectualismo para exaltar lo humano”, nosotros añadiríamos: que por sobre todo, siempre enarbolando la necesidad imperiosa de ecuanimidad, alega en sus cantos, justicia para todos los hombres.

La poesía en definitiva, para Neruda, es la manera más auténtica de realizar la máxima tarea asignada al hombre, esto es de llegar a ser hombre, en toda la extensión inconmensurable de su significado, subrayando en sus poemas, que sobre todo concepto y especulación, su destino es el de ser humano en libertad.

Numen americano, Neruda es conciente de pertenecer a una tradición y a un destino histórico, vertebrado por la casi bíblica cordillera de los Andes, su “Canto a Bolívar”, su “Canto General de Chile” o su poema “Alturas del Macchu Picchu”, así lo testimonian.

“Después de ver las ruinas de Macchu Picchu”, nos cuenta, “las culturas fabulosas de la antigüedad me parecieron de cartón-piedra, de papel Maché”.
Allí comenzó a germinar una idea de un Canto General Americano, antes había persistido en mi la idea de un Canto General de Chile, a manera de crónica. Ahora veía a la América entera desde las alturas del Macchu Picchu”.

Si profundizamos nuestra visión en los mensajes de Neruda, encontraremos que, sus “Veinte Poemas de Amor”, “Crepusculario” o sus “Versos del Capitán”, fueron un oasis del guerrero. La remitente anónima a la editorial, de los poemas del capitán, dice: “Él venía de la guerra de España. No venía vencido. Era del partido de La Pasionaria, estaba lleno de ilusiones y esperanzas... “

En la autobiografía del poeta “Confieso que he Vivido”, leemos: “La multitud humana ha sido para mí la lección de mi vida, puedo llegar a ella con la inherente timidez del poeta, con el temor del tímido, pero una vez en su seno, me siento transfigurado, soy parte de la esencial mayoría, soy una hoja más del gran árbol humano.
Siempre aprendí mucho más de la gran marea de las vidas”.

Para un hombre de esa envergadura, no podían existir límites de espacio ni de tiempo.

Tres ciudades, tan distantes una de la otra determinaron la suerte de Neruda:

Temuco: donde nació, que era todavía vergel de los araucanos, capital de la frontera, región virgen, solitaria, que sintió a Pablo niño, hundiendo sus pies en el cangrejal, parodiando a los pájaros, mensurando la vida en la dulce pequeñez de los insectos y aprendiendo en suma a empaquetar nubes en poesía.

Madrid, que lo recibió con el corazón abierto, con una obertura excepcional, que firmada por los grandes de las letras españolas, como Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Federico García Lorca, Miguel Hernández, León Felipe, decía así: “Chile ha enviado a España al gran poeta Pablo Neruda, cuya evidente fuerza creadora, en plena posesión de su destino poético, está produciendo obras personalísimas, para honor del idioma castellano”.
Madrid, donde después rodeado por la muerte franquista, descubrió la vida verdadera, en ese dolor profundo, que sentimos que mana de su “España en el Corazón”.

Y Stalingrado, a quien rodeada por la barbarie nazi, temiendo que la civilización perezca, dedica, en alegato, uno de sus más sentidos y bellos poemas.

Neruda tiene una misión: “Yo estoy aquí para contar la historia”, nos dice.

Su gran alegría es que escribiendo para el pueblo, su poesía llegue al pueblo, y sea poesía en ocasiones desaliñada y directa, con gusto a experiencia y a sudor; a justicia, no una desabrida colección de versos bien peinados. El ha dicho con orgullo: “He dejado en la puerta de muchos desconocidos, de muchos prisioneros, de muchos solitarios, de muchos perseguidos mis palabras”.

Nace Neruda el 12 de julio de 1904. Fallece en 1973. La destrucción de las organizaciones obreras y de la intelectualidad de su patria; la quema de sus libros, mascarones de proa, caracolas de mar, fueron su agonía.

De su obra, “Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada” se han tirado mas de un millón y medio de ejemplares. Éxito igual no tuvo ningún libro de poesía.
Fueron traducidas sus obras a todos los idiomas, incluso al Esperanto.

Premio Nacional de Literatura en 1945.
Premio Internacional de la Paz en 1950.
Premio Stalin en 1954.
Premio Nóbel en 1971.
Miembro de la Academia Chilena de la Lengua.

Su legajo supremo, fue, a no dudarlo, el respeto supremo a la palabra: “Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan, me prosterno ante ellas, las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito. Amo tanto las palabras.
Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema.
Todo está en la palabra. Una idea entera se cambia por que un a palabra se trasladó de sitio.
¡Qué buen idioma el mío!
Qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos.
Salimos ganando. Se llevaron el oro y nos dejaron el oro.
Se llevaron todo y nos dejaron todo.
Nos dejaron las palabras”.

¡Loor Pablo Neruda!
¡Salve maestro prestidigitador!
¡América, no invocó tu nombre en vano!

Gracias

Xanadú de San Isidro, Septiembre de 1999.

(*) Ponencia leída en el frontispicio del Instituto Nacional (Santiago de Chile), - tomado por sus estudiantes - ,con motivo del “II Encuentro Internacional de Poesía” convocado por “Poetas del Mundo”. Octubre de 2006.

EDMUNDO TORREJÓN JURADO
(Bolivia, 1945). Reside en Bolivia.

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