Y... TE LLAME NIÑA
Aquel día, en que tus labios se posaron en los míos,
te llame niña y tus ojos se perlaron de rocío,
y entre las lágrimas que corrían por tus mejillas,
me dijiste que eras mujer, que ya no eras niña
y enlazando tus manos alrededor de mi cuerpo
arrasaste mis labios con la dulzura de tus besos...
Marchitando la tersura de tu boca que ya era mía,
sentí como latía tu joven corazón junto al mío
y debajo de tu ropa, que era fina, tu tibia piel...
se humedecía... Imaginando el contacto con la mía.
Traviesas tus manos acariciaron mis cabellos
y audaz, mis manos buscaron la tersura de tus senos
y de la aurora el color, sonrosaron tus mejillas
y brillaron tus ojos como dos estrellas en el cielo
cruzando curiosa tu mirada con la mía.
Volaron intrépidas mis manos a la sombra de tu falda
sintiendo el calor de tu piel que se humedecía
ansiando aquellas caricias que aún eran mías.
Mi cama, se aromó de azahares, narcisos y fresias
cuando la tersura de tu piel desnuda se cobijó en ella
y el sudor que tu cuerpo aquella tarde humedecía
se trocaba en rocío, perlando las sábanas mías,
y entre mis brazos, pequeña, parecías una tierna flor,
una suave rosa que entre suspiros se deshacía
mientras que en tu boca, entre gemidos moría,
la ansiedad y el anhelo de gritar... ¡eres mío!
JUAN JOSÉ BRAVO
(Argentina, 1946). Reside en Argentina.
sábado, 28 de noviembre de 2009
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